Música pirata, distribución paralela, tecnobrega, champeta y fiesta libre

Lo decíamos en un post del curso «Arte joven y cultura digital»: hay un nuevo ambiente social de la cultura y una nueva economía de la cultura a partir de la libertad y la apertura. Mientras en todo el mundo se preguntan cómo vivir de la música en tiempos en que la copia tiene coste cero y es rápidamente difundida por Internet o por las mantas de los vendedores, gente en Belén de Pará y en el Caribe colombiano parece haber encontrado su propia respuesta. El video que da inicio a este post es un videoclip de Gaby Amarantos, considerada la musa del tecnobrega, fenómeno musical y social brasileño de la primera década del siglo. Al igual que la champeta criolla colombiana, la tecnobrega es un género en el cual todo el circuito de la copia y la remezcla son fundamentales en el proceso creativo y en el éxito de los músicos y de toda la movida social y cultural, fuertemente local, que se genera alrededor de estos fenómenos. Veamos más en detalle cómo funcionan estos auténticos circuitos de producción musical paralelos y a qué se debe su rotundo éxito.

La tecnobrega es una música bailable del nordeste brasileño que se basa en el remixado de canciones populares ya conocidas y pistas originales de música tecno. El epicentro de la tecnobrega es la ciudad de Belén, donde cada semana se congregan miles de personas a bailar en enormes fiestas. Se puede conocer más sobre tecnobrega en el portal Brega Pop. También hay un trabajo de investigación al respecto: «Tecnobrega: o Pará reinventando o negócio da música».

Por su parte, la champeta criolla surge en Colombia y es en Cartagena, Barranquilla y otras ciudades caribeñas donde florece. También es un género remix. Las canciones son grababas en estudios caseros para luego ser remixadas por DJs en fiestas llamadas «picós». En este interesante artículo de Ana María Ochoa y María Alejandra Sanz se describe detalladamente la modalidad en que se produce esta música.

¿Qué tienen en común el mundo de la tecnobrega y el mundo de la champeta?:

– Producción barata y prácticamente casera: un miniestudio de grabación instalado en una casa es suficiente para crear un posible éxito. A su vez, para copiar los discos solamente hace falta una computadora y varias pilas de CD o DVD.

– La música «nace libre»: hay muy escaso interés por parte de los músicos de champeta y de tecnobrega por la propiedad intelectual. En estos dos circuitos musicales hay acuerdos tácitos para que la música circule libremente. Quienes crean las composiciones tienen un gran interés en que sus obras se hagan famosas en fiestas y que se conozcan pasando de mano en mano, a través de radios locales y de Internet. Cuánto más circule una canción, más rápido será conocida y aceptada por el público.

Los discos no se venden en disquerías tradicionales sino que salen directamente del estudio de grabación a la calle a través de vendedores que hacen sus propias copias, sin incurrir por ello en la «piratería». Lo que están haciendo es ganar dinero por publicitar eventos en vivo. Normalmente, los precios de los discos son muy bajos y los beneficios de la venta son del vendedor. Aunque en la tecnobrega hay una excepción: suelen venderse a buenos precios los discos grabados en vivo al final de las fiestas, que incluyen «saludos» a amigos y familiares de algunos de los asistentes, quienes los compran más que nada por su valor sentimental. Es decir, valoran algo que realmente es «mejor que gratis«, porque es absoultamente personalizado.

– El evento en vivo es fundamental: la fiesta, la congregación de gente, la danza y todo lo que sucede en vivo es lo que más valoran los fans. Los artistas de tecnobrega y de champeta ganan básicamente por sus presentaciones en vivo y por eso esperan que los DJs y los vendedores ambulantes hagan famosas sus canciones en el circuito. Esto genera más oportunidades de contratación.

– La intermediación es necesaria, pero no en el sentido tradicional. El rol de quienes distribuyen y reproducen la música es fundamental, ya sea el DJ de moda o el vendedor callejero. Pero las relaciones entre los que crean, distribuyen y remezclan es libre. Todos son actores independientes colaborando. Se necesitan unos a otros, pero no hay una relación de poder; cada cual cumple su rol complementario. Los hits, tanto en la champeta como en la tecnobrega, dependen de la colaboración. Como explican Orozco y Sanz sobre la champeta: «existe una relación de tres partes entre los picós, los DJs y los cantantes. El primero vive gracias a la habilidad que tiene el segundo para ‘pegar’ las canciones que cantan los terceros. El picó debe contar con el respaldo de los cantantes más populares para mantener su estatus, es decir, que debe contar con canciones grabadas exclusivamente para el picó, por algunos de los artistas más populares. El público exige artistas reconocidos y canciones que inviten a bailar. Asimismo, los cantantes dependen del picó para alcanzar la fama».

En síntesis, estamos ante modelos de negocio que no están peleados con la tecnología y que se desarrollan de manera autónoma en circuitos locales y periféricos respecto al mainstream musical, pero no pero ello menos populares. Al contrario, la apropiación social de la tecnología y de la escena cultural es la clave de estas movidas locales multitudinarias. Se trata de la gente produciendo para la gente, en red, sin intermediarios imponiendo costos, viviendo la abundancia que genera el compartir.

Publicado por Mariana Fossatti

3 comentarios

[…] ha servido como facilitador de fenómenos culturales originales, como sucedió hace algunos años con la champeta en Colombia y la tecnobrega en Brasil, o con el crecimiento de una industria editorial emergente en El Alto, […]

[…] En cuanto a la valorización general de la cultura, es necesario señalar que cuando hablamos de valor, no nos referimos únicamente a la suma de los intercambios monetarios, sino también a otras prácticas que satisfacen necesidades sociales y, en tal sentido, aportan valor. Junto a la circulación pirata, emergen a menudo comunidades de fans que están dispuestos a hacer aportes de forma gratuita y voluntaria, como el subtitulado de películas, la elaboración de críticas y reseñas, las selecciones, recopilaciones, recomendaciones y hasta la realización de obras derivadas en homenaje a sus artistas favoritos. Estas prácticas, enmarcadas en la cultura de copiar, compartir y remixar, pueden sin dudas beneficiar a los artistas, pero al mismo tiempo añaden un valor agregado sobre los productos culturales, contribuyendo a un ecosistema cultural más rico y diverso. […]

[…] de nuestra obra, desde la mera lectura hasta la creación de obras derivadas (y esto interesa a artistas que basan su éxito en el remix) no nos queda otra que hacernos cargo de eso. En una charla a la que asistí hace poco, una […]

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