Entrevista a Rodrigo Barbano: Los grupos de intercambio en Internet han puesto más música a disposición de la sociedad que las propias discográficas

Aprovechando nuestra próxima visita al II Congreso Internacional de Cultura Libre, esta semana dedicamos nuestros posts al tema. Hace unos días hicimos algunas reflexiones sobre el rol que cumple la protección del copyright en los países del Sur. Hoy nos centramos en las comunidades de compartición de música y de otras obras culturales. Uruguay, como tantos otros países en desarrollo, tiene un mercado de la cultura pequeño, con muy poca oferta de productos culturales y precios muchas veces exorbitantes, que no cubre las necesidades de la población. Por esta razón, existen grupos de compartición de cultura que buscan rescatar el patrimonio cultural y acercarlo a la gente. Entre estos grupos se destaca el trabajo de Intercambio Uruguay, cuyo énfasis está puesto en difundir la música del país.

A continuación entrevistamos a Rodrigo Barbano, miembro del capítulo en formación de Wikimedia Uruguay y de Creative Commons Uruguay, y militante activo por la cultura y el software libre. Rodrigo describe el panorama de la difusión cultural en Internet y los distintos intereses en disputa, incluyendo a los artistas, las entidades intermediarias y la sociedad en general.

Ártica: ¿En qué consiste la tarea de los grupos de intercambio de música en Uruguay? ¿Cuál es su historia y su presente?

Rodrigo: Los grupos de intercambio culturales uruguayos (que se dedican a intercambiar música, textos y audiovisuales a través de Internet) son comunidades que se nuclean en torno a distintas herramientas de comunicación como listas de correos, blogs y foros. Por un lado, permiten la libre circulación de estos bienes culturales sin las restricciones que imponen el mercado, la geografía o la escasez artificial promovida por la industria. Por otro lado sirven de espacio de difusión para artistas nuevos que no logran un lugar en los espacios convencionales dominados por la industria (cadenas de distribución, radios, televisión, etc.). Finalmente también cumplen un rol de recuperación y preservación del patrimonio cultural, de obras que fueron creadas en el pasado y que frente a la desidia o desinterés de quienes son los titulares de sus derechos (discográficas, editoriales, etc.) han caído fuera del alcance de sus destinatarios originales, es decir, la sociedad uruguaya.

La forma que se han dado para cumplir estas finalidades consiste en la digitalización y aporte al colectivo de las obras mencionadas. Esta tarea es realizada por sus miembros en forma altruista y desinteresada y, en base a la experiencia colectiva, los resultados logrados se van refinando y mejorando, llegando a obtener digitalizaciones que ocasionalmente pueden ser de mejor calidad que las reediciones de las propias discográficas.

Á: ¿Qué rol han tenido las empresas dueñas de los derechos de los registros fonográficos en cuanto a conservar y difundir la música local?

R: Salvo contadísimas excepciones, los sellos uruguayos (principalmente los más grandes, Sondor y Orfeo) han actuado como cualquier empresa que busca maximizar el lucro con un producto. En otras palabras, han definido qué obras editar en base a criterios comerciales y han mantenido en circulación las obras que son rentables. Asimismo sus criterios de reedición van por el mismo camino: cuando un artista, por fama o por fallecimiento, vuelve a ser popular, sus obras se reeditan.

Esto ha provocado que de todos esos álbumes grabados en formatos analógicos (cassetes, vinilos), solo una ínfima parte, del orden del 8%, ha sido reeditada en CD. Esto en números netos significa que (solo tomando los long play), de alrededor de 3400 editados entre 1952 y 1995 han aparecido en CD unos 280. Es importante remarcar que aunque la reproducción se abarató y simplificó muchísimo con el advenimiento del CD, las obras editadas en ese formato tampoco están exentas de la amenaza de que la sociedad no pueda acceder a ellas. Actualmente es prácticamente imposible acceder a álbumes editados en CD hace más de diez años que no hayan tenido ediciones posteriores.

Á: En relación con la pregunta anterior: ¿qué aportan los grupos de intercambio de música en cuanto a la preservación de la música local? ¿Nos podrías dar datos al respecto?

R: Los grupos de intercambio ofrecen a la sociedad la posibilidad de acceder a un acervo de sus bienes culturales actuales y pasados, al margen del acceso que los titulares de derechos han decidido otorgar a los mismos. Respecto a la preservación de las obras, es posible afirmar que en el caso de la música, los grupos de intercambio han puesto a disposición de la sociedad varias veces la cantidad de obras reeditadas por las propias discográficas. En grandes números las obras digitalizadas y restauradas por los miembros de las comunidades de intercambio asciende a más de mil obras musicales, lo que representa cerca de un 30% del total de álbumes editados en formatos analógicos.

Á: Las empresas en poder de la titularidad de derechos de autor, junto con las entidades de gestión de dichos derechos (en Uruguay, AGADU, CUD y SUDEI), han tenido en los últimos años una política agresiva contra la práctica de compartir música en Internet. Ellos mismos denominan a estas campañas «lucha» o «guerra contra la piratería». Dada esta realidad, ¿qué amenazas concretas se han planteado a la práctica del intercambio de música en Internet? ¿Cómo enfrentan estas amenazas las personas que comparten música?

R: Las amenazas son constantes, y van desde la denuncia de los links de descarga, blogs y otros espacios informáticos hasta el seguimiento y acoso a sus miembros. En el pasado han llegado a amenazar con emprender acciones legales contra algunos de los miembros más representativos de los grupos. El organismo que ha emprendido con más virulencia estas acciones es la Cámara Uruguaya del Disco, cuyo presidente llegó a afirmar en entrevistas radiales que el intercambio de música en Internet equivale al intercambio de pornografía infantil.
No obstante, la comunidad ha demostrado una capacidad de resiliencia y recuperación muy importante. A la caída de los espacios informáticos siguen la creación de otros en forma casi inmediata y la multiplicación de la tarea cultural que desarrollan. A modo de ejemplo, en los últimos 3 años se han puesto a disposición en estos grupos más obras recuperadas de sus formatos originales que en los 10 años anteriores.

Otro peligro al que está expuesta, pero en este caso toda la sociedad, es la posibilidad de que estas empresas y entidades logren cambios legislativos –a través de su lobby y presión en las esferas políticas- que refuercen las leyes de copyright y sus períodos de protección y que criminalicen aun más el intercambio de archivos sin fines de lucro.

Á: En nuestro trabajo en Ártica hemos notado que dentro del universo de los músicos hay dos grupos con intereses y posiciones muy diversas. Por un lado, los músicos jóvenes y los independientes suelen ver a Internet como un espacio de oportunidades y tienden a compartir sus obras en la Red con licencias permisivas. Por otro lado, músicos famosos como Jorge Drexler y Jaime Roos han acompañado la postura de las empresas multinacionales, participando en campañas contra la «piratería» o apoyando el control de contenidos en Internet. ¿Qué opinás acerca de esta divergencia de posturas entre los músicos?

R: El asunto es que no todos son perjudicados por el modelo convencional de la distribución cultural. El modelo que intenta formar un público no crítico y homogéneo, capaz de consumir el producto que marque la tendencia actual, beneficia a un grupo reducido de músicos que ven cómo sus obras son reproducidas en los medios de comunicación y vendidas por decenas de miles en la cadena de distribución comercial. Para algunos de ellos, el sistema convencional funciona y genera grandes beneficios. Asimismo el pensamiento cultural hegemónico que las grandes industrias culturales transmiten, es que cualquier artista puede llegar a ser exitoso según esos parámetros. Esto en realidad se enmarca en un pensamiento más profundo del neoliberalismo, que trata de imponer la idea de que a pesar de la clase social o el lugar que una persona ocupa en la sociedad o los medios de que disponga, cualquiera puede ascender en base a cualidades que dependen solamente de sí mismo. Este modelo premia a unos pocos artistas, a los cuales se eleva a la categoría de celebridades y modelos de éxito al mismo tiempo que permite que las sociedades de gestión se enriquezcan en base al trabajo del resto de los artistas, que reciben magros beneficios por concepto de derecho de autor o por venta digital o de los soportes físicos.

Respecto a los artistas, es difícil hacer un corte generacional, siendo que los factores que influyen en las posiciones respecto a la libre circulación de la cultura por Internet son también vivenciales e ideológicos. Otro elemento a considerar es el rol que la misma industria cultural tiene al cooptar artistas populares capaces de defender su antiguo modelo de distribución cultural. A modo de ejemplo de este último fenómeno se puede mencionar el cambio en la opinión de Jorge Drexler respecto al intercambio de archivos: en el año 2005, en una entrevista, el artista dijo estar a favor de la copia privada como mecanismo de escuchar muchas obras, para definir si comprar los objetos o no y para lograr acceder a discos inconseguibles. Afirmó también que le gustaba que la gente compartiera su música por Internet aunque también le gustaba que la gente comprara sus discos. Dos años después Drexler fue electo para integrar la Junta Directiva de la Sociedad General de Autores y Editores de España (SGAE). Esto probablemente haya influido en su cambio de posición respecto al intercambio de archivos, ya que en el año 2011 defendió el texto de la polémica Ley Sinde, la cual permite la persecución de las descargas de música y películas por Internet, y también el canon digital, que cobraba un sobrecosto a todo dispositivo físico capaz de albergar obras con copyright. Casualmente ese mismo año el recién reelegido presidente de la SGAE y ocho directivos fueron detenidos acusados de delitos de apropiación indebida, falsificación de documentos y desvío de fondos, totalizando aproximadamente unos 400 millones de euros que habrían obtenido gracias al canon digital, lo cual generó un escándalo que culminó con la derogación de dicho impuesto.

No obstante, hay también referentes muy importantes de la cultura como Pepe Guerra, José Carbajal, Rossana Taddei, Walter Bordoni y Daniel Maza que participan de grupos de intercambio o han permitido que sus discos se descarguen libremente. Otros músicos como Luciano Supervielle o Alberto “Mandrake” Wolf afirman que la descarga de sus discos a nivel mundial les ha permitido ser conocidos y brindar espectáculos en lugares a los cuales no habrían podido acceder de otra forma.

Á: Los grupos de intercambio de música son, probablemente, parte de una tendencia más amplia de la sociedad uruguaya que comienza a reclamar una mayor democratización de la cultura. ¿Nos podrías contar qué pasos está dando la ciudadanía uruguaya en este sentido y qué desafíos quedan por delante para la consolidación del movimiento por una cultura libre y democrática?

R: En la actualidad existe una fuerte disputa entre dos modelos culturales y nos encontramos en una etapa de transición entre los mismos. El antiguo modelo, asociado a los formatos físicos, en que la cadena de producción, distribución y difusión era vertical y concentrada y en la cual intervenían intermediaros que alienaban a los artistas del público; y un nuevo modelo, en que las etapas y mecanismos de creación y distribución de bienes culturales se han socializado por los avances tecnológicos. Ya no hay razones materiales por las cuales las obras culturales no se puedan transmitir libremente y esto provoca el intento de reposicionamiento de los antiguos intermediarios, que intentan mantener sus posiciones de dominación y privilegio frente a artistas y público.

La sociedad responde internalizando como una práctica aceptada el intercambio de archivos y organizándose en torno a grupos que promueven los nuevos modelos de distribución cultural. A los grupos de intercambio se suman sellos musicales de Internet independientes que, a diferencia de los antiguos sellos comerciales, cumplen un rol virtuoso en la relación con músicos y sociedad. Surgen también grupos militantes que promueven cambios en la forma en que el Estado se relaciona con la producción de bienes, exigiendo que las obras apoyadas con fondos públicos tengan licencias libres de modo que puedan ser disfrutadas por toda la ciudadanía. Fruto de esas reivindicaciones es que en los últimos años se han comenzado a notar cambios en esa dirección.

Y también aparecen en escena colectivos que promueven la cultura libre, como Creative Commons o Wikimedia, en territorio uruguayo.

El desafío es que todas estas iniciativas se consoliden y generen una base de acuerdos y coordinación de forma tal que el nuevo paradigma cultural que defienden pueda generar una línea de pensamiento contra-hegemónico y coherente que pueda ser entendido y adoptado por todos los que producen y disfrutan de nuestros bienes culturales.

Publicado por Jorge Gemetto

3 comentarios

[…] podemos mencionar las comunidades de intercambio de música entre usuarios. Estas comunidades contribuyen no solo con la difusión de la música, sino muchas […]

[…] La facilitación del trabajo de las comunidades de usuarios. Como vimos en posts anteriores, los usuarios se suelen agrupar en torno a intereses y tareas concretas. Se ocupan de mejorar el […]

[…] Otras comunidades basadas en tareas comunes son las de digitalización y conservación de obras culturales. Aquí encontramos desde los ejemplos más conocidos de Internet Archive o el Proyecto Gutenberg, hasta otras comunidades nacidas en Hispanoamérica, como ebiblioteca, en el caso de libros, o Intercambio Uruguay, para el caso de la música. Sobre este último caso hablamos en detalle hace un tiempo en Ártica. […]

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