Para la cuarta clase del curso abierto «Arte y cultura en circulación», nuestra compañera Scann entrevistó a Joe Karaganis, uno de los investigadores más reconocidos sobre el tema de la piratería. Karaganis estudia la piratería tanto en países en desarrollo como en las economías de Estados Unidos y Alemania, con una mirada amplia que analiza la relación de la piratería con la estructura del mercado cultural global, con las políticas de los gobiernos y con las particularidades de los distintos entornos.
Karaganis es vicepresidente de la American Assembly en la Universidad de Columbia, Estados Unidos. Anteriormente, trabajó como director de programas en el Social Science Research Council de Nueva York, donde lideró la investigación «Piratería de medios en las economías emergentes». Además, este año editó el libro «Copy culture in the US & Germany». A continuación transcribimos la entrevista, donde se profundiza sobre varios de los puntos que tratamos en el material principal de la clase 4. Al pie del post, encontrarán el audio original en inglés.
Scann: ¿Qué hallazgos de tu estudio sobre piratería de medios destacarías para América Latina?
Joe Karaganis: Yo enfatizo dos. En realidad son hallazgos más generales, pero se aplican a Latinoamérica.
El primero es que cuando observamos la piratería en seis países diferentes, encontramos que la principal causa de la piratería es una combinación de altos precios para los bienes culturales, bajos ingresos y tecnología digital cada vez más barata. Cuando la industria habla de una cultura de no respetar la propiedad intelectual, no tienen en cuenta los problemas reales: precios, ingresos y tecnología barata son las principales causas.
Lo segundo que notamos es que, luego de observar una gran cantidad de iniciativas de aplicación de la ley a través de los años, no encontramos ninguna que tuviera algún efecto demostrable sobre la disponibilidad general de bienes piratas. Las medidas de aplicación pueden enfocarse en diferentes tipos de piratería, en diferentes contextos. A lo largo de los años, se ha invertido una gran cantidad de energía en perseguir la piratería callejera, el comercio callejero de DVDs, etc. Pero hay demasiados canales por los cuales los bienes piratas pueden fluir, por lo cual no hay evidencia de que haya habido una caída de la disponibilidad de estos bienes.
S: ¿Han investigado cuáles fueron las diferentes políticas llevadas adelante por los organismos de derechos de autor de los distintos países que se estaban aplicando en el momento del estudio?
JK: Sí. Había bastantes iniciativas en curso durante el período de nuestro estudio, y en él se abordan los casos de Brasil, México y Bolivia. En Brasil son muy activos y en México también. Alrededor de 2003 y 2004, el representante de comercio de los Estados Unidos comenzó a aplicar presión sobre casi todos los países en desarrollo, promoviendo planes nacionales para combatir la piratería. Brasil desarrolló un plan, México desarrolló otro plan, todos tenían un plan. Esos planes se implementaron a mediados de la década de 2000. Para la época en que nosotros comenzamos el estudio, estaba claro que la mayoría de estos planes estaban produciendo esfuerzos visibles y bastante espectaculares para suprimir el comercio de DVDs de las calles, pero tuvieron un impacto muy bajo. Nosotros estudiamos esta cuestión cuando las primeras evaluaciones de estos planes nacionales se hicieron posibles.
S: Entonces, básicamente fallaron estos intentos de aplicación de la ley.
JK: Sucede que es un momento donde hay cada vez más formas de compartir archivos. Con el comercio de DVDs es bastante sencillo enviar a la policía detrás de los vendedores callejeros, aunque la economía informal es muy fluida y reaparece en otras formas y en otros lugares. Pero ahora la gente se vuelca cada vez más a Internet, a los discos duros portátiles, a distintos tipos de redes informales que tienen mucha menor visibilidad y exposición a las medidas de aplicación de la ley. Esta tendencia, de la que hablamos en el informe, es un movimiento desde una economía basada en los discos ópticos hacia otra economía donde los principales distribuidores son los consumidores.
S: ¿Cuál es el rol de la piratería en el acceso social a la cultura?
JK: En realidad, hay dos costados de esta pregunta. Nosotros investigamos lugares donde, de acuerdo a los grupos de la industria, los porcentajes de piratería en los mercados de música y películas eran de 60%, 70%, 80% y hasta 90%. En estos contextos la piratería es, abrumadoramente, la principal forma de acceso a ciertos productos culturales. En la mayoría de los países que investigamos, y ciertamente en las zonas de Latinoamérica alejadas de las principales capitales, los mercados legales estaban muy poco desarrollados. Incluso donde había mercados legales, el rango de bienes disponibles era muy acotado. Y por tanto, el mercado pirata cumplía un rol primario en proveer acceso. De hecho, es la única forma de acceso disponible en muchos de estos lugares.
Y además, la piratería estaba cubriendo un rol como un servicio para la diversificación cultural. Es decir que no solo proveía mayor acceso, sino que proveía acceso a un rango mucho mayor de bienes que los que estaban disponibles a través de los mercados legales. Hay mercados a los que muchos cineastas o músicos no hubieran llegado de otra manera, porque los mercados legales, incluso cuando existen, son muy caros o están limitados a un puñado de éxitos globales.
S: ¿Es decir que también ayudaba a los artistas, cineastas y músicos emergentes, en el sentido de que tenían más distribución que si la piratería no hubiera existido?
JK: Sí.
S: ¿Cómo ven los gobiernos la piratería y qué deberían cambiar de su perspectiva a partir de los resultados de los estudios más recientes?
JK: Nosotros trabajamos en un momento extraño en la evolución de estos debates. Durante la mayor parte de la década pasada (desde mediados de los ’90 hasta finales de los 2000), el debate sobre piratería estaba enteramente dominado por investigaciones realmente penosas realizadas por la industria. Investigaciones que no cumplían casi con ningún estándar de credibilidad y metodología. Era puro trabajo de propaganda.
Nuestro proyecto fue parte de un movimiento más grande de académicos con un interés por investigar más rigurosamente estos temas. Nosotros participamos en una creciente ola de nuevas investigaciones que se proponían brindar un poco más de balance y de rigor al estudiar la cuestión de la piratería. Esto es algo que ha continuado en los últimos años y que creo que seguirá adelante, incluso dentro de los grupos de la industria. Algunos de los grupos de la industria están haciendo un mejor trabajo de investigación ahora. Creo que esto es principalmente en respuesta a que ahora hay un debate más serio y disputado. Este es un cambio positivo, dado que el debate debe estar organizado en torno a evidencia fidedigna.
S: Es decir que la industria ha mejorado sus estándares de investigación.
JK: Sí, sin dudas. Y algunos gobiernos ahora también están realizando este trabajo. El gobierno de Gran Bretaña está realizando un trabajo muy bueno sobre infracciones a la ley de derechos de autor. Durante años ha habido muchos reclamos por una mejor base de evidencias para la ejecución de políticas y esa base está comenzando a emerger.
Pero lo que los gobiernos deberían aprender de ello es una pregunta diferente. Desde nuestro punto de vista, la conclusión es que en contextos con recursos muy limitados para la policía y los juzgados, hay problemas más importantes por los cuales preocuparse en lugar de la piratería de DVDs u otros tipos de infracción al derecho de autor. Nosotros estudiamos Brasil, que tiene una tasa alta de crímenes violentos. Allí los casos nunca llegan a los juzgados, o avanzan de forma muy lenta. En países como este realmente no tiene sentido estar gastando muchos recursos en perseguir el comercio de DVDs. Hay cosas más importantes.
S: De tu estudio se desprende que tal vez las industrias culturales deberían cambiar la forma en que ofrecen sus productos. Por ejemplo, que deberían tener precios diferentes para mercados diferentes. ¿Pensás que las industrias culturales deberían realizar algún otro cambio para presentar sus productos como una mejor alternativa a la piratería en la preferencia de los consumidores?
JK: Sí, deberían, y en alguna medida lo están haciendo, sobre todo en Estados Unidos y Europa, donde se ve la emergencia de muchos más servicios relativamente accesibles, como Spotify, Netflix y otros servicios de música y video. Estos se expanden más lentamente en los mercados de ingresos medios y bajos y, a medida que lo hacen, tienden a usar los mismos niveles de precios de Estados Unidos y Europa. Ciertamente hay un cambio hacia proveer mejores servicios legales, los cuales pueden desplazar una parte del mercado pirata. Pero la meta no debería ser eliminar la piratería por completo. En verdad, la meta debería ser encontrar un modelo de negocios que satisfaga algunas de las necesidades que el mercado pirata ha estado sirviendo, esto es, acceso barato y asequible. Las empresas pueden optar por fijar los precios de sus productos más altos o más bajos y deben lidiar con las consecuencias. Las consecuencias son que si los precios son altos, habrá más piratería, y si los precios son bajos, habrá menos piratería. Estas son decisiones que atañen a modelos de negocios, y no cosas que se reduzcan a la esfera criminal o a la esfera moral.
S: Mencionaste que el escenario está cambiando un poco. Disminuyeron los soportes físicos y hay más compartición de archivos. ¿Cómo pensás que va a darse ese cambio en América Latina y qué implicancias tendrá esto en el mercado de bienes culturales?
JK: Es una pregunta interesante. No estoy seguro de que pueda brindar una buena respuesta, pero una de las cosas que encontramos en Estados Unidos y Alemania es que el mercado pirata está concentrado en unas pocas personas que comparten muchos archivos. Si uno observa cómo se distribuye la compartición de archivos, encuentra que pocas personas comparten una enorme cantidad de materiales, y luego la curva cae drásticamente. En promedio, la mayoría de las personas ha compartido archivos o ha realizado alguna copia ilegal. Pero el debate está mal caracterizado como una crisis general de la propiedad intelectual. En realidad, hay pocas personas que poseen colecciones muy grandes de obras culturales. Lo que hallamos es que esas personas son, al mismo tiempo, los mayores fans, los mayores compradores de productos legales. Por lo tanto, en Estados Unidos y Alemania (y otros trabajos lo encuentran también en otros lugares), los mayores piratas son también los mayores consumidores legales. Lo que tenemos aquí es una serie de expectativas de acceso a los productos culturales que no se pueden satisfacer a través del mercado legal. La piratería tan solo llena ese espacio. El problema para las industrias culturales es que esos son sus mejores clientes y no están gastando tanto, porque la forma de acceso que ellos esperan no está disponible a través de canales legales.
Ahora, en Latinoamérica es una pregunta interesante, porque es un lugar donde hay mercados legales mucho más débiles, muchos menos superconsumidores y está, como mínimo, la posibilidad de que haya un vuelco más general hacia los bienes piratas, dado que los mercados legales nunca se desarrollaron completamente, en el sentido de ser accesibles para la gente. De alguna manera, observamos mucha más piratería en lugares como Latinoamérica simplemente porque la piratería no está desplazando un mercado legal. La piratería es la principal forma de acceso. Entonces, con el cambio desde los soportes físicos hacia los productos digitales, los hábitos ya están formados así como el tipo de expectativas que tiene la gente, y los servicios legales van a emerger más lentamente.
Audio de la entrevista:
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