Ir hacia atrás, y hacia atrás, y hacia atrás. Clase 4 de #CS21

Lee Chang-Dong, cineasta surcoreano

Cualquiera que se interese por la literatura argentina contemporánea ha tenido que leer a Juan José Saer, el escritor santafesino que fue prácticamente ignorado durante buena parte de su vida para ser reivindicado (con total justicia por otro lado) a partir de la década del ’80. Suerte de mezcla entre Proust y Pavese (tal como al propio Saer le gustaba definir su literatura) el argentino solía caracterizar su prosa por un amor incondicional por los juegos con el lenguaje. Los cuentos y novelas de este escritor son (entre otras cosas) invitaciones a jugar con las puntuaciones y la sonoridad del idioma castellano; también son la mostración de un hombre refinado y culto, conocedor de varias lenguas y dueño de un poder de observación extraordinario. Sin embargo, no pocas veces aparece algo que sorprende mucho en la literatura saeriana: un enorme interés por los seres primitivos. Muchas veces en la obra saeriana aparece algún personaje que apenas maneja (y a veces ni siquiera lo hace) el idioma castellano: hombres que se comunican con señas o miradas, o cuya forma de comunicación simplemente consiste en quedarse callados frente a sus interlocutores. No pocas veces el escritor mira con curiosidad a un personaje de estas características, curioso por lo que debe sentirse no tener un idioma (que como todos sabemos, es en realidad una construcción artificial con sus estructuras gramaticales y reglas propias) y estar en una suerte de fase animal de la comunicación humana. Puede parecer curioso que alguien que ame su propio lenguaje a punto tal de jugar con él todo el tiempo esté, de igual modo, inquieto por personajes que justamente ni siquiera hablan. Pero hay algo de lógico en esa inquietud: cuando se ama algo es inevitable que uno se pregunte por su propio origen. O sea, amar una lengua determinada hace que uno se pregunte cómo podía pensarse el hombre antes de que exista el idioma, y lo que es más importante aún, preguntarse si en ese estadio primario no había una sabiduría secreta e insospechada que nosotros fuimos perdiendo con el correr del aprendizaje. Después de todo, la literatura saeriana es también una literatura enormemente pesimista, que mira el mundo y la existencia humana con gran desconfianza. También lo hace Saer con el idioma y con la escritura, que muchas veces el santafesino utiliza ensayando sus propias limitaciones para retratar una realidad determinada.

Desde este punto de vista, imaginarse un estadio humano en el cual no exista la lengua y pensar en que pueda haber una sabiduría en eso habla también de la propia desconfianza que el escritor tiene hacia la propia escritura. O sea: si el ejercicio de la literatura no termina dándonos lo que queremos, es normal que sintamos curiosidad por cómo se pensará desde un pensamiento que no incluya escritura alguna, que retroceda antes de todo estadio cultural y vaya al principio de los principios. Ir al origen es, después de todo, el gesto de alguien que se siente perdido, como en esa fábula del Buda en la que se dice que lo único que se necesita hacer cuando uno está desorientado en un bosque es volver adonde se empezó. El problema para Saer es que resulta imposible recordar cómo era uno cuando no conocía un propio lenguaje. Ya se recorrió tanto camino que uno olvidó cuál era el punto de inicio. Apenas se puede especular con lo que pudo haber sido ese comienzo.

cuando se ama algo es inevitable que uno se pregunte por su propio origen. O sea, amar una lengua determinada hace que uno se pregunte cómo podía pensarse el hombre antes de que exista el idioma, y lo que es más importante aún, preguntarse si en ese estadio primario no había una sabiduría secreta e insospechada que nosotros fuimos perdiendo con el correr del aprendizaje.

Misma fascinación por el punto de partida (por la necesidad de preguntarse por él, al mismo tiempo que por el reconocimiento de la imposibilidad de volver a él) parece atravesar secretamente la obra fílmica de Lee Chang-Dong. Este hombre nacido en Daegu, Corea del Sur, se ha transformado desde la década del ochenta en una figura imprescindible de la vida cultural de su país. Novelista, cineasta y también inmerso en la actividad política (fue secretario de cultura, puesto al que renunció aparentemente por motivos éticos) Lee Chang-Dong ya había ganado fama como autor de novelas antes de dedicarse a la pantalla grande. Hoy por hoy cuenta con cinco largometrajes hechos desde 1998, comenzando por Green Fish (una película fallida, meramente un ensayo de su obra que apenas se mencionará a lo largo de este escrito) y siguiendo por las magistrales Peppemint Candy, Oasis, Secret Sunshine y Poesía. En un link que me pasaron hace unos días se menciona que Lee Chang-Dong es “un cineasta de culto”. La calificación es por demás curiosa ya que en general este tipo de terminologías es reservada para cineastas herméticos y especialmente minoritarios (cómo podrían serlo realizadores tan diferentes entre sí como Alejandro Jodorowsky, Jonas Mekas o John Waters). La verdad es que el cine de Dong es en Corea del Sur aceptablemente popular y sus películas pueden considerarse, más allá de lo sórdido de sus argumentos, bastante llevaderas. No es un cine especialmente críptico o confuso, y de seguro es menos raro y más accesible que las películas de otros directores orientales contemporáneos como Im Sang-Soo, Tsai Ming-liang, Bong Joon-ho, Wong Kar-wai, Naomi Kawase o Apichatpong Weerasethakul, todos fenómenos que se dieron a conocer al mundo recientemente y empezaron a ser venerados internacionalmente en este nuevo siglo (incluyendo el caso de Wong, que de todas maneras ya había empezado una carrera importante en los ’80 e hizo sus mejores películas en los ’90). Por otro lado, mientras todos estos directores tuvieron películas estrenadas en Latinoamérica y sus películas se consiguen en la web, el cine de Lee Chang-Dong es más difícil de encontrar y sus films no tienen la misma difusión que los de los otros directores. Sin ir más lejos, aquí en la Argentina sólo hemos tenido el privilegio de ver estrenada, en DVD ampliado, Poesía. Dicha película -film oscuro como pocos-, además, fue promocionada por estas tierras con el espantoso y engañoso título de «Poesía para el alma” que hizo creer falsamente a muchos espectadores que verían una obra llena de esperanza y dulzura. Sus otros flms, mientras tanto, fueron rotundamente ignorados por las distribuidoras de turno.

«Poesía» de Lee Chan-Dong

No podemos culpar sólo a los empresarios de esto. Si Lee Chang-Dong ha llegado menos internacionalmente que otros cineastas de su misma nacionalidad es también porque este realizador tiene menos prestigio por parte de la crítica internacional. No se trata de que no guste, pero sí de que su cine recibe mucha menos atención de la que le han propiciado a otros directores. Mientras Kelly Reichardt, Naomi Kawase o Tsai Ming-liang son cineastas de los que ya se han publicado libros que analizan su obra (algunos de ellos incluso publicados cuando los directores no tenían todavía ni cinco películas hechas) es muy difícil encontrar todavía estudios serios sobre la obra de Lee Chang-Dong.

Quizás sea mejor así. Si este director tiene hasta ahora una gran regularidad en su obra, puede que se deba a que la crítica no lo haya ensalzado desde sus inicios. Siempre hay algo de peligroso, después de todo, en encumbrar demasiado pronto a un artista. Peligroso, por un lado, para el crítico, que califica de genio demasiado rápido a una persona que apenas empieza a dar sus primeros pasos. Y peligroso, a veces incluso, para el artista, que temeroso de defraudar a sus seguidores decide muchas veces encerrarse en un micromundo demasiado limitado que no hace otra cosa que repetir una y otra vez un mismo discurso de manera similar. Es el caso, por ejemplo, de Naomi Kawase, quien luego de la magistral Shara (y luego además de contar con el apoyo de críticos tan importantes como Adrian Martin –quien de hecho escribió un libro sobre ella cuando la mujer no contaba todavía con cinco largometrajes-) no hizo otra cosa que repetir una y otra vez su estilo para terminar haciendo siempre menos de lo mismo.

De hecho, la repetición de un mismo estilo, la necesidad de aferrarse a un universo propio es un mal del que adolecen Kawase, Tsai Ming-liang, Wong Kar-wai y otros cineastas fuera de oriente como Wes Anderson o Lisandro Alonso. También es un mal que parece estar afectando a otros cineastas como el tailandés Weerasethakul o Im Sang-soo. En todos estos casos vemos una necesidad muchas veces absurda de tocar siempre los mismos temas, conservar una misma forma de filmar, aferrados a sus propias formas fílmicas sin querer salirse de ellas para no ser tildados de “poco personales” o de “traicionar su universo”.

Si hay algo que, por el contrario, marca el cine de Lee Chang-Dong, es su absoluta falta de necesidad de conservar un universo. Su cine es, sí, proclive a ser encerrado en un corpus fílmico determinado, con obsesiones comunes y determinado tipo de resoluciones de puesta en escena. Pero no es menos cierto también que Lee Chang-Dong se ha interesado por toda clase de temas y todo tipo de personajes a lo largo de su carrera. El mundo de la mafia surcoreana en Green Fish, la historia de Corea del Sur durante la dictadura en Peppermint Candy (algo de lo que Lee Chang-Dong sabe mucho: Daegu, lugar de nacimiento de este director es una zona especialmente marcada por el pensamiento de derecha de sus habitantes), la sociedad de consumo y la figura del marginal en Oasis; la religión cristiana en Secret Sunshine y la función de la memoria en Poesía.

Siempre hay algo de peligroso, después de todo, en encumbrar demasiado pronto a un artista. Peligroso, por un lado, para el crítico, que califica de genio demasiado rápido a una persona que apenas empieza a dar sus primeros pasos. Y peligroso, a veces incluso, para el artista, que temeroso de defraudar a sus seguidores decide muchas veces encerrarse en un micromundo demasiado limitado que no hace otra cosa que repetir una y otra vez un mismo discurso de manera similar.

De todas maneras, más allá de la diversidad de sus intereses, las películas de Lee Chang-Dong no están exentas de tener puntos en común. Quizás el más llamativo de ellos resida en la elección de argumentos especialmente delicados, historias sumamente trágicas (algunas atravesadas por protagonistas con enfermedades terribles o que pasan por situaciones espantosas) que si no se las aborda con la debida inteligencia y discreción pueden derivar en el desastre. Desde la historia de un hombre que fue policía torturador en la dictadura surcoreana en Peppermint Candy, pasando por una historia de amor entre un débil mental y una chica con discapacidades motrices en la monumental Oasis (acaso Lee Chang-Dong quiso repetir lateralmente la historia, de una manera mucho menos dulce, en el “romance” entre la mujer con Alzheimer y el hemipléjico en Poesía); la mujer que se hace profundamente cristiana (y luego profundamente hereje) después de que asesinan a su pequeño hijo en Secret Sunshine; hasta la historia de la anciana de Poesía, a la que le diagnostican una enfermedad incurable al mismo tiempo que se entera que su nieto es un violador.

Este tipo de argumentos de carácter terrible son abordados casi siempre de dos formas antitéticamente diferentes en el cine: o bien el director construye un tipo de puesta en escena sentimental y compasiva de todas las desgracias que pueden pasarle a sus personajes (algo así haría, por ejemplo, Clint Eastwood en películas como Million Dollar Baby), o bien se hace un cine distante y seco, que rehuye de todas las maneras posibles el golpe bajo, al modo en que lo podría hacer de manera extrema, por ejemplo, Robert Bresson (amante como pocos de las historias terribles). Lo de Lee Chang-Dong es diferente: su mirada ante lo horrendo, ante el mal más grande, o las tragedias más fuertes, no es ni compasiva ni distante, sino extrañada. Cuando Lee Chang-Dong filma algo terrible, su mirada parece más que nada la de alguien curioso, que mira ese mal absurdo con extrañeza, como si el sentimiento imperante no fuera ni la tristeza ni la necesidad de mantener una pudorosa distancia, sino una curiosidad inquietante.

Uno de los ejemplos más claros de esto se da en la escena de Secret Sunshine en la que la protagonista (Jeon Do-yeon, una de las mejores actrices de la actualidad en una de las mejores interpretaciones de los últimos tiempos) descubre que su hijo fue brutalmente asesinado. En ese momento vemos a la mujer bajando por el terreno baldío y gritando el nombre del nene recientemente fallecido mientras ve el cadáver de su único descendiente. Lee Chang-Dong elige filmar esto con la cámara muy distante y lo que más llama la atención es que decide musicalizar la escena con una melodía extraña, que pareciera salida de un film de suspenso, como si atrás hubiese un director preguntándose más que nada de manera filosófica cómo puede explicarse que exista una muerte tan absurda.

Algo similar sucede en una secuencia onírica de Oasis. Allí vemos cómo la chica (una mujer con una parálisis cerebral que la vuelve una discapacitada motriz) se imagina a sí misma bailando y cantando junto a su novio. El sueño de la chica pudo haber dado pie a un momento emotivo. Sin embargo, Lee Chang-Dong retrata ese sueño no como algo emocionante o espectacular. Por el contrario, ese fragmento onírico es poco lujoso, transcurre en una habitación austera y muestra más que nada que estamos ante la fantasía amorosa de una chica que raras veces ha sido sacada del piso de su departamento y pocas veces ha hecho otra cosa que mirar su propia y pequeña habitación. Nuevamente, ese sueño que podría mover a lo lacrimógeno y a lo compasivo produce más bien extrañamiento, como un director que está, antes que nada, curioso de retratar un mundo mental diferente.

Cuando Lee Chang-Dong filma algo terrible, su mirada parece más que nada la de alguien curioso, que mira ese mal absurdo con extrañeza, como si el sentimiento imperante no fuera ni la tristeza ni la necesidad de mantener una pudorosa distancia, sino una curiosidad inquietante.

Por eso, quien ve el cine de Lee Chang-Dong no se emociona, ni se shockea, sino que asiste a una tragedia terrible como si estuviese viendo un film de ciencia ficción, en donde lo que impera es un sentimiento de confusión ante un mundo en el que suceden males inexplicables y tragedias terribles, sin una causa aparente (1). Desde este punto de vista es importante también en Lee Chang-Dong el uso de la luz frontal (recurso que usa en todos sus films salvo Oasis y Green Fish). Este tipo de iluminación (que puede volverse muy compleja de utilizar pero que puede dar no pocos hallazgos estéticos) vuelve a sus espacios sumamente claros, a punto tal de eliminar muchas veces todo vestigio de sombras (2). Así es cómo hasta los exteriores de noche en el cine de Dong parecen paisajes diurnos. Esa luminosidad extrema da una apariencia tranquila a los paisajes, una sensación de que podemos estar seguros en el lugar en el que nos movemos ya que no hay un solo espacio de sombra que nos oculte nada. En medio de eso, sin embargo, vemos escenas en las que ocurren llantos histéricos, o desmayos repentinos o algún desastre inexplicable.

Ejemplo de uso de luz frontal en «Secret Sunshine»

También hay algo respecto de la duración en Lee Chang-Dong. Los films de este duran, casi todos ellos, más de dos horas, pero el conflicto inicial no suele presentarse sino después de una larga introducción al pueblo y al personaje, y luego de largos minutos en los que uno se pregunta qué puede pasar de excepcional en el lugar en el que nos encontramos. Por ejemplo, el chico de Secret Sunshine es asesinado recién a la hora de empezada la película y también recién a los 60 minutos nos enteramos que la mujer de Poesía sufre Alzheimer. En Peppermint Candy, por otro lado, se nos revela que el protagonista torturó gente en interrogatorios recién a la hora y media de empezado el film.

Lo mismo sucede con los tipos de personajes de este director. Sus criaturas suelen presentarse como seres inofensivos. No obstante, la propia película puede terminar desmintiendo esta característica con alguna acción abrupta e inesperada por su violencia. La anciana aparentemente dulce de Poesía termina extorsionando a un anciano; el nieto de esta mujer -un chico extremadamente lacónico y tranquilo- se revela en un momento como el abusador de una adolescente; el hombre que rapta y mata a un chiquito en Secret Sunshine no parece más que un ciudadano amable y común, e incluso la supuesta inocencia absoluta del débil mental de Oasis puede dar como resultado comportamientos de una agresividad enorme e inesperada (como un intento de violación o el ataque a una mujer en la calle por el solo hecho de querer hablar lo antes posible por un celular).

Lo más fuerte de estas acciones violentas, además, es que no necesariamente terminan dando como consecuencia un remordimiento por parte de quienes hacen ese mal. Por el contrario, en el cine de Lee Chang-Dong los daños a terceros muchas veces son vividos por quienes los perpetran como una acción lógica. En estos comportamientos reside justamente uno de los aspectos más inquietantes del cine de Lee Chang-Dong: que el daño no sólo puede surgir abruptamente, sino que quien lo hace puede aceptarlo como algo natural y/o necesario. Los momentos más fuertes del cine de este director surcoreano se dan, justamente, en esos instantes en que la maldad es socialmente aceptada: en ese grupo de religiosos que margina cruelmente a Jeon porque está enojada con Dios; en la familia del protagonista de Oasis que da por sentado que como el chico débil mental no puede generar dinero no merece el respeto de su familia; y sobre todo en ese policía torturador de Peppermint Candy que después de sacarle la confesión a un detenido a pura crueldad, lo palmea en la espalda, le da unos pañuelos para que se seque las lágrimas y le pregunta, como si fuese un amigo y sin el menor rastro de ironía, si él cree que acaso sea hermosa la vida.

en el cine de Lee Chang-Dong los daños a terceros muchas veces son vividos por quienes los perpetran como una acción lógica. En estos comportamientos reside justamente uno de los aspectos más inquietantes del cine de Lee Chang-Dong: que el daño no sólo puede surgir abruptamente, sino que quien lo hace puede aceptarlo como algo natural y/o necesario.

Frente a tanto mal absurdo y que se llega a aceptar naturalmente, no es anormal que un director quiera volver a las bases de todo, encontrar en qué momento empezó la primera falla para ver si hay una explicación ante tanto mal. Tal y como lo hace Saer, Lee Chang-Dong y sus propios personajes sienten curiosidad por lo originario y lo primigenio, esperando que ahí pueda uno adentrarse en alguna sabiduría secreta. Peppermint Candy trata de hurgar permanentemente en la raíz de un suicidio contando la historia de una persona de atrás para adelante, empezando la narración con su muerte bajo las vías de un tren y terminándola en un episodio de su adolescencia; el Alzheimer de Poesía tiene que ver con preguntarse por una enfermedad que nos va quitando las palabras hasta dejarnos, como al principio, sin un lenguaje; Oasis, por otro lado, toma un personaje con un comportamiento y unas ideas sobre el mundo que parecen remitir a los instintos más primarios que puedan tenerse (incluso a las primeras fantasías de amor, llenas de castillos y princesas, y amores idealizados); la protagonista de Secret Sunshine siente la necesidad de volver al pueblo en el que había conocido a su marido por vez primera; y la razón por la que la anciana de Poesía se interesa por la lírica es porque este era (supuestamente) un talento que ella tenía de muy pequeña.

En todos los casos esta búsqueda del pasado termina por frustrarse, o mejor dicho, por no terminar de revelar nada seguro: los cuentos de hadas que sueña la pareja de Oasis no terminan por cumplirse, la razón primigenia de la caída en la locura del protagonista de Peppermint Candy nunca puede dilucidarse del todo y nunca sabremos si aquellas lecciones de poesía que la protagonista de Poesía tomó para ver mejor el mundo y volver a un supuesto talento de su niñez terminó por revelarle algo importante de su existencia.

Tal y como lo hace Saer, Lee Chang-Dong y sus propios personajes sienten curiosidad por lo originario y lo primigenio, esperando que ahí pueda uno adentrarse en alguna sabiduría secreta… En todos los casos esta búsqueda del pasado termina por frustrarse, o mejor dicho, por no terminar de revelar nada seguro.

En todos estos casos, al fin y al cabo, no se busca otra cosa más que una forma de revelación a partir de una búsqueda de un pasado o de una forma de pensamiento atávico a la que acaso es imposible volver. Ante esta falta de respuesta última, no resulta ilógico que Lee Chang-Dong busque al final aferrarse a una esperanza mínima, imposible de verificar dentro del relato pero posible de ser imaginada. La figura fantasmagórica que aparece sonriendo y mirando a la cámara al final de Poesía, la carta final que se lee en Oasis y que anuncia una improbable unión feliz, el “volveré” que exclama el personaje de Peppermint Candy antes de suicidarse, o aquella posible recuperación final de la mujer de Secret Sunshine. Son cuestiones que no terminan de concretarse en el relato, que pueden incluso interpretarse como falsas ilusiones, pero que el propio Lee Chang-Dong no se atreve a desmentir del todo, como si no pudiera renunciar a la esperanza de un sentido final que explique el porqué de tanto absurdo y tanta crueldad. Es lógico después de todo que, si uno está perdido y sabe que ya no puede volver sobre sus pasos, al menos puede seguir creyendo en la posibilidad de encontrar una salida.

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(1) Cabe remarcar también que algunas veces la existencia de una desgracia tan absurda puede despertar un raro tipo de comicidad. En Secret Sunshine, por ejemplo, vemos cómo la protagonista quiere, a modo de supremo acto de caridad cristiana, ir a perdonar al asesino de su hijo. Cuando ella va a verlo a la cárcel se entera de que este mismo asesino ahora abraza la misma religión evangelista que ella, y que se siente tan o más en paz que su propia persona. El shock de esta mujer al recibir la noticia (al ver, por un lado, que su Dios ha perdonado al asesino antes de que lo haya hecho ella, y que le haya dado la misma paz a un asesino que a una víctima) y su rostro entre desconcertado y furioso ha despertado no pocas veces una risa nerviosa por parte del público.

(2) Respecto de esto, incluso hay veces en que un personaje de Lee Chang-Dong señala que un lugar está muy oscuro y poco atravesado con luz mientras la puesta en escena desmiente a ese personaje. En Secret Sunshine, por ejemplo, la protagonista le dice en un momento a la dueña de una farmacia que debería de diseñar su negocio para que entre más luz. Mientras dice esto vemos que la farmacia está completamente iluminada, sin la menor presencia de sombra alguna.

Publicado por Hernan Schell

23 comentarios

Cesar Gonzalez

Buenos días.
La verdad desconocía el cine de Lee Chang-Dong, cineaste surcoreano, quizás me habré visto alguna película de él, ya que las películas orientales me gustan por toda la magia y paisajes que envuelven. Pues investigare mas de él, ya que si el tutor decidió hablar de él, es porque algo puede aportar.
Con respecto a cineastas que deberían verse mas tengo como opción a Jorge Ali Triana(Colombia) el ha sonado pero no sale de las paredes. Por otro lado Sergio Cabrera, éste último quizás porque su gran apunte es hacia la televisión.

Guy Maddin… cómo pude olvidarme de él!!!!!?

Janet Zulueta

Hola a tod@os:

En una participación anterior, les indiqué los nombres de una serie de cineastas venezoanos que considero deben ser conocidos en el mundo, son buenos realizadores fílmicos, pero por el monopolio insesante del cine de Hollywood y europeo no han logrado tener acceso a las salas de cine de otros continentes.

Hoy salió en un portal de noticias venezolano una entrevista al cineasta venezolano DIEGO RÍZQUEZ que me gustaría la leyeran, està muy interesante su opinión sobre el cine Latinoamericano actual, en dicha entrevista afirma cosas como esta:

El veterano director venezolano Diego Rísquez aboga por una producción cinematográfica nacional más próxima al gran público, porque considera que actualmente se limita a retratar realidades que no están presentes en la televisión.
“América Latina en general y particularmente en Venezuela, somos países televisivos”,

La entrevista completa la pueden leer aqui:

http://www.noticias24.com/gente/noticia/80989/diego-risquez-el-cine-venezolano-solo-cubre-lo-excluido-de-la-television/

La verdad es que desconocía la obra de Lee Chang-Dong pero tras la lectura del texto de Hernán me ha entrado mucha curiosidad por acercarme a sus películas. Todo parece indicar que puede ser una experiencia interesante aunque no exenta de sobresaltos emocionales.

Un saludo.

De Lee Chang-Dong solamente había visto Poetry, fue difícil encontrar otras de sus películas en Guatemala, al final logré descargar y ver Peppermint Candy.
Poetry me gustó por el hecho de que tenemos que apreciar y sentir las cosas como si nunca antes las hubiésemos sentido. Con Peppermint Candy fue distinto, me gustó mucho más, desde la forma de contar la historia, backwards, la utilización de cosas, como el tren que termina jugando un papel importante en la película.
Otra de las cosas que pude notar en Chang-Dong, incluyendo lo que había mencionado Hernán, fue que el silencio, que incluye introspección, es muy importante, porque refleja mucho del personaje y sabés que no está vacío, que tiene una gran historia que contar y otra gran historia por hacer.
Como recomendación de autores para el resto de participantes, puedo mencionar al guatemalteco Julio Hernández Cordón con Gasolina y Marimbas del Infierno, Ricardo de Montreuil, personalmente me gustó Máncora, además a Matías Bize.

[…] de “El cine del siglo XXI” el docente Hernán Schell habla sobre las películas de Lee Chang-Dong, cineasta surcoreano poco difundido pero de gran importancia para el cine de estos primeros años […]

Tarde con los deberes viendo Oasis entre clases…
Aliento la visión de Bela Tarr…
Nos vemos en un rato…

cm

Ricardo Bolzán

Qué bueno es reconocer el trabajo de estos directores tan distintos a lo que vemos cotidianamente y que no son lo suficientemente reconocidos por la crítica. Soy uno más de los que no escucharon antes hablar de Lee Chang-Dong, y de los que tampoco consiguen ninguna de sus películas. Estaría bueno que aquel que pudo encontrar algún link online lo publique para que todos podamos acceder.
En cuanto a la consigna, el director que me gustaría destacar, a pesar de que ya se ha escuchado de él por haber sido candidato al Oscar es Majid Majidi, director de un film que vi de más joven llamado Children of Heaven, y que me conmovió mucho. Jamás podré olvidar la imágen de las zapatillas del niño protagonista.
Espero que se mencione algo de este film en la videoconferencia, ya que vi que otro participante del curso también lo citó en uno de sus comentarios.
Saludos!

Diego Vázquez Meizoso

Hola,

Una pregunta, ¿cómo podemos acceder a las películas de Chan-Dong? Busco en internet pero nada, ¿en alguna página de visionado de pago? La verdad me gustaría ver sobre todo «Poesía», después del artículo y links de compañeros y lecturas.

Jorge Gemetto

Hola Diego, te respondí por mensaje privado algunas opciones. Saludos!!

Jorge!!! Misma pregunta. Poesía ya la vi. ¿Y las otras? ¿Dónde? Saludos!!!

imani arriaga

hola jorge¡ si no es mucha molestia yo tambien quiero¡¡¡¡¡¡ gracias

Jorge Gemetto

Héctor, Imani: acá seguramente encontrarán mucho sobre Lee Chang-dong 😀 http://cinematecaweb.blogspot.com/search/label/Lee%20Chang-dong

imani arriaga

Hola¡
Me parece muy interesante el trabajo de Lee Chang-Dong, debo decir que no he visto material de el(lo trato de conseguir) , y ahora que leo el comentario se que es una pena. Hay directores que no siempre gustan a la critica, es una cuetion que no he logrado entender. Sin embargo en el arte la expresion es muy diversa y a veces no tan comprendida como quisieramos.
Creo que hay bastantes directores asi, para mi Masao Adachi es un buen ejmeplo, harmony Korine, es otro y muy grande por que por ejemplo en mi pais los mismmos estudiantes de cine rechazan su cine, y no se detienen a pensar el subtexto de sus peliculas, o las catalogan como execetrico.
Nicolas Pereda es un drector mexicano joven, que tiene una vision interesantes acerca de mexico y pocos como el.

Hernán Schell

Cómo estás Barbara:

Yo tampoco considero que está necesariamente mal aferrarse a un universo personal. Pero muchos veces percibo que este aferrarse a una constante estilìstica y contenidista puede ser màs un signo de pereza y de falta de riesgo que de una genuina búsqueda artística.
Me gustan mucho Ozu y sobre todo Bresson (uno de mis cineastas preferidos), también Rohmer, Cassavetes y Sergio Leone (por nombrar otros que tiene un corpus de películas generalmente parecidas), pero prefiero creer que esos directores son buenos o extraordinarios a pesar de que sus pelìculas son muy parecidas entre sì que por eso. A lo sumo, si valoro enormemente a Bresson o Cassavetes es porque que dentro de un corpus de pelìculas parecidas logran darle a cada pelìcula una personalidad propia e intereses diferentes. Esto pasa incluso con Ozu, donde hasta los títulos de películas se parecen entre sí.
De todas maneras, si tengo que elegir entre la actiud artìstica de reinventarse a cada momento, de mostrar un interés por abordar todo tipo de formas y temàticas y otro que busca desesperedamente repetirse, me quedo con lo primero. No sè, admiro, por ejemplo, a Kubrick, Hitchcock, Cronenberg y Rivette, cuatro directores con obras muy heterogèneas, que cambiaban de géneros y estilos permanentemente.
Cuando digo que la repetición de un mismo estilo es un mal de estos tiempos, me refiero a ciertos directores que después de ser consagrados por una pelìcula X, se dedican a hacer algo parecido que lo que hicieron en su anterior obra para no ser acusados de traicionar su universo. Poco a poco esta actitud se me está haciendo cada vez más molesta. Quizàs era osado hacer esto en los 40 o 50 o 60, cuando la cuestión del autorismo aún estaba en discusión. Hoy, con la figura del autor tan consagrada, repetir siempre la misma pelìcula puede ser también una forma de escudarse en la idea de conservar un universo para no dejar de tener un título de autor.

Dong si, tiene películas que están conectadas entre sí (cómo las puede tener Hitchcock, por ejemplo, que màs allà de sus estilos e historias diferentes uno puede ver conexiones entre obra y obra), pero no veo esta actitud de hacer siempre lo mismo o de conservar desesperadamente un universo personal. Se ha interesado por todo tipo de temáticas y de personajes: desde un débil mental idealista, pasando por una mujer mayor que termina mostrando un sentido oscuramente práctico, y una fanàtica religiosa que deviene en hereje. También ha hecho un drama político como Peppermint Candy, pasò de eso a un melodrama perturbador en Oasis y de ahí a una película no exenta de un humor muy retorcido en Secret Sunshine.
Si hay puntos en común entre estas pelìculas, pero no es lo mismo, por ejemplo, que hace Kawase, que película a película trata los mismos temas con los mismos tipos de personajes.
En cuanto a la narración paramétrica que alguna vez ensaya David Bordwell en uno de los capìtulos de La narración en el cine de ficciòn, no aplica a Dong. El tipo de narración paramétrica se caracteriza por tener un sistema formal cerrado, con un determinado tipo de montaje, de movimientos de cámara o de dirección de actores. Dicho sistema, ademàs, parece estar, segùn Bordwell, «ajeno» a la historia que se cuenta. O sea, no hay una justificación narrativa por la cual el cineasta pone la cámara donde la pone, o monta las cosas de determinada manera, simplemente es una forma que se usa para narrar determinado tipo de contenido. El caso más evidente es Ozu, tal y cómo vos lo señalás, pero también se puede ver narraciones paramétricas en cineastas como Tati o pelìculas aisladas como Vivir su vida.
Dong, no procede con su cine de esa manera. Más bien te diría que en sus pelìculas los procedimientos formales se ajustan a su contenido. Por ejemplo, la luz frontal en Secret Sunshine (ese tipo de iluminación que despoja todo lo posible a un espacio de sombras) tiene que ver con una pelìcula que habla todo el tiempo de la luz de Dios, hasta en el propio título está incluida la figura de lo lumìnico.

Saludos.

HS

barbara peleteiro

Hola Hernán.
Como bien dije en el primer comentario no he visto peliculas de Dong pero por tus criticas me dan ganas de verlas.
Lo de creerla parte de un sistema de narración paramétrica, surgió de la lectura de tu ensayo. Yo he realizado una tesis sobre el tema para un postitulo, ya que es un estilo que me parece muy interesante y sólido. Creo que está muy bien el pensar una estructura audiovisual donde la dialéctica interna de los planos (con sus movimientos de camara y peronajes, etc) se justifica asi misma alejándose del argumento. Y la verdad no es tan facilista como parece…es bastante complicado sostenerla a lo largo de la narración. Es desarrollar un pensamiento puramente visual de la pelicula mas allá de sus justificaciones argumentativas.
Sinceramente no creo que siempre (seguro hay casos que sí) sea una forma de escudarse bajo cierto exito seguro. Es como criticar a un pintor de tratar siempre el mismo tema. Muchos artistas estan acorralados en sus vidas por algun/nos temas que los persiguen y que es la única manera que encuentran de sobrevivir en esta vida. Una vez discutiamos con una dra de Estetica que expresaba algo muy interesante: lo importante en esta vida es tener una idea. Una idea nos salva. Una idea es la que nos da identidad. Se podrá hacer variaciones sobre las cosas, pero no se puede creer que uno puede hacer todo tan distinto siempre. Yo tambien admiro profundamente a Kubrick por ejemplo. Quien en cada pelicula hasta se podria decir que ha experimentado en generos distintos, pero lo que no se puede negar es el ritmo unico de sus peliculas. Uno puede darse cuenta, si no lo sabe, que esta viendo algo de Kubrick por su particular forma. Yo creo que es un mérito total que uno pueda reconocer las «pinceladas» de los directores de cine. Los habrá mas cerrados que otros. Los habrá mas narrativos, audaces en cortes y movimientos. Pero creo que la «marca» o la «firma» del director tiene que poder verse a lo largo de la pelicula.
Quizás exagere con la valoración que le doy yo al sistema estilistico. Pero me resulta inevitable!!!.
Muchas gracias por leer los comentarios y responderlos.-!!!
Saludos!

JANET ZULUETA

Hola a tod@s:

Interesante como siemrpe este ensayo del Prof. Shell, como muchos de los compañeros no conozco ni he visto ninguna obra fílmica de Lee Chang-Dong.

En Venezuela, en los actuales momentos se dificulta por el control de cambio impuesto por el gobierno, que lleguen pelìculas que no sean de Hollywood, algunas de Latinoamerica y de vez en cuando de europa, razón por la cual que organicen proyecciones coreanas eso es impensable.

Es lamentable que en pleno siglo XXI países como Venezuela, sufran por este desconocimiento del cine más allá de Estados Unidos y Europa, porque hasta del mismo continente a veces ni llegan.

Hay producciones por ejemplo mexicanas recientes que no han sido proyectadas en ninguna sala de cine o circuito cultural.

Leo en internet que el cineasta coreano Lee Chang-dong ha recibido varios premios como la Legión de Honor en 2006 y sus películas han sido galardonadas o nominadas a varios premios importantes como el León de Oro o la Palma de Oro, lo cual avala su obra.

En un artículo que a continuación les envío el linck, analizan tambièn de este realizador coreano, ubicándolo dentro del mundo del realismo nacional coreano:

http://cineasiaonline.blogspot.com/2010/11/la-poesia-en-el-cine-de-lee-chang-dong.html

Y sobre la pregunta que hacen para esta clase:
¿Qué otro cineasta de baja difusión popular en el mercado cinematográfico crees que es importante discutir y dar a conocer?

Difícil escoger por lo que indico algunos de los mejores cineastas venezolanos, que por lo complicado del marketing cinematográfico mundial no son conocidos internacionalmente a la par de los demás destacados cineastas del mundo:

– Diego Rizquez.
– Mariana Rondón.
– Fina Torres.
– Alberto Arvelo.
– Elia Schneider.
– Jonathan Jakubowicz.
– Miguel Ángel Landa.

No son todos, si excluí algunos me perdonan. El cine latinoamericano es tan poco conocido fuera de nuestro continente, tiene que pasar tantas barreras.

Sergio Blanché

Hola a tod@s!

Muy interesante la comparación entre Juan José Saer y Lee Chang-Dong que plantea Hernán. La verdad que no podido leer mucho de su obra, pero lo poco que he leído lo he disfrutado mucho, sobre todo lo que tiene que ver con ese juego del lenguaje; por el lado de Lee Chang – Dong he visto recientemente (a partir de que se lo mencionó en este curso) 4 de sus 5 películas (me he reservado para el final Poesía que espero poder ver en los próximos días), sobre las que visto vale decir que me han generado distintas sensaciones, por ejemplo en Secret Sunshine me generado un nudo en la garganta (claro después de más de una hora de película) y al final me ha generado un sensación extraña casi al borde de las lágrimas incluso cuando los créditos ya se habían terminado, en Oasis me ha conmocionado por momentos, me ha parecido muy cruel en otros, me ha desconcertado en algunos instantes, con Peppermint Candy me gustó el recurso del flashback para ir descubriendo aspectos del personaje y su entorno tan desolador, en Green Fish hay mayores alternancias entre los sentimientos que puede despertar, momentos crueles, ironía y reflexión sobre los cambios de la vida, pero en todas ellas se puede apreciar una definida narratividad con cierta poética, imágenes que quedan colgando en la memoria, sensaciones que se entremezclan, dudas, impotencia, difícil de definir, originalidad en el planteo de los conflictos y en las resoluciones o no de los mismo, porque tampoco en la vida todo se resuelve, hay matices en el espectro de las confusiones, quizás ese juego con las sensaciones se asemeje a lo que hace Juan José Saer con el lenguaje, creo que bien vale la pena verlas!.
Respecto de otros cineastas poco difundidos a nivel popular creo que estaría: Radu Mihaileanu (Rumano cuyas películas si no me equivoco son francesas, como: Vete y vive (2005) – El concierto (2009) – La fuente de las mujeres (2011) otro cineasta francés que se me ocurre es: Laurent Cantet con: Bienvenidas al paraíso (2005) – Recursos humanos (2001) y Entre los muros (la clase) (2008) quizás la única que se difundió algo y por último el iraní: Majid Majidi con: Niños del cielo (1997) – El color del paraíso (1999) y Baran (2001), las referencias que tomo en cuenta son los cines que hay por estos lados del sur de América quizás me equivoque, pero muy pocas de éstas películas han sido proyectadas.

Saludos.-

Nelson Arriaga

Confieso que no estoy familiarizado con el trabajo de Lee Chang-Dong pero a raíz de lo que se ha planteado en este módulo del curso, empezaré a investigar sobre su trabajo. No conozco otro cineasta de baja difusión popular que pueda mencionar para dar a conocer pero creo que el cine documental serio y sin los artilugios Holywoodenses, sería un buen punto de partida. En especial, analizarlo por regiones ricas en identidad y tradiciones como América Latina, Africa y Asia.

VALENTINA AGUIRRE

Yo tampoco he visto nada aun de Chang-Dong , pero ya empecé a buscar «poesía», pienso por los comentarios que seguramente me gustará mucho su cine pues como dice el compañero Diego Vázquez Meizoso, también creo en la originalidad de representar escenas dolorosas, trágicas, etc, desde otro punto de vista ( el del verdadero artista visual).

barbara peleteiro

No he visto nada aún de Chang-Don. Sin embargo por como estan contadas aqui sus peliculas no solo me llena de ganas de verlas, sino que no puedo dejar de pensar en ese estilo tan propio que Hernan Schell critica al decir «…la repetición de un mismo estilo, la necesidad de aferrarse a un universo propio es un mal del que adolecen Kawase, Tsai Ming-liang, Wong Kar-wai y otros cineastas fuera de oriente como Wes Anderson o Lisandro Alonso. También es un mal que parece estar afectando a otros cineastas…»
Sinceramente la repeticion de un estilo, aferrarse a un universo propio, no los considero males en absoluto.
En el texto ha nombrado a Robert Bresson, a quien admiro profundamente, y creo que (reitero no he visto el cine de Chang.Don) son similares en cuanto a cierta «desdramatizacion» de momentos y a la creacion de ese universo propio que todo artista tiene y debe crear.
Por otro lado tambien esta Ozu. Quien con un estilo fuertemente «cerrado» donde con sus planos bien bajos marcó su estilo unico, al que muchos llaman «estilo Ozu».
Entre sus caracteristicas estan las camaras bajas, el poco uso del sonido, los cortes directos, el sonido sin traslapar, un estilo nada dramatico que se suma a los «modelos» de Robert Bresson, por lo que muchos teoricos reunen tanto en Bresson como en Ozu un estilo muy similar, donde la repeticion, la reiteracion, y ordenar en series «con obsesiones comunes y determinado tipo de resoluciones de puesta en escena.» como dice H.Schell y que tanto Noel Burch y luego David Bordwell con K. Thompson han llamado narracion de estilo o narracion parametrica; la cual no existe de no repetirse las mismas puestas de camara(para tomar solo un parametro como ejemplo) reiterar esa repeticion, y ordenarlas por series. Son parte de un estilo cinematografico poco comun pero existente. Un estilo que comienza en a fines de los 50 por la influencia del estructuralismo, que fue dejando en las distintas artes obras con estilos y marcas fuertes.
Asi es como, mas allá de Bresson y Ozu, inauguran este tipo de narracion A.Resnais con A.Robbe Grillet en «Hace un año en Marienbad». Por lo que creo, estimo, de acuerdo a la critica de Schell, que este autor estaría realizando sus peliculas, jugando y repitiendo parametros del lenguaje audiovisual, de forma totalmente intencionada, nadie repite un encuadre sin darse cuenta. La idea principal de este tipo de narraciones es la estetica misma, que crea una dialectica propia que se justifica asi misma de plano a plano, sin necesitar anclarse en el argumento para justificar cada puesta de camara.
El argumento por un lado. El estilo por otro. A veces se encuentran. A veces cada uno hace su propo camino, dandole a la FORMA cinematografica un respiro y cierta libreacion del peso argumental.
La pelicula argentina EL ARTISTA, de Gaston Duprat y Marcelo Cohn ha sido realizada bajo esta premisa.
Ojalá prontamente puede var algo del cineasta Chang-Don.

De Chang-Dong he visto «poesía» y quiero ver «Peppermint Candy» pero no he podido acceder a ella por internet y comprarla o verla en el cine es mucho pedir por estos lares. Lo que más me gustó de su película es la falta de sorpresa, entramos en una historia que no deja de ser la de cualquier persona que podamos conocer en nuestras vidas o la historia de cualquiera de nosotros. Hay muchos silencios y esos silencios, típicos de este estilo oriental, invaden la conciencia del espectador con reflexiones interesantes. Algunas personas que la vieron conmigo, arbitrariamente dijeron que no les gustó por su lentitud y falta de dinamismo en la historia. Considero que así como a veces no se puede esperar mucho de algunas películas, no se puede esperar mucho de algunos espectadores. Siempre recurrimos a un espectador ideal y sin embargo estamos invadidos por prejuicios como lectores y espectadores, aquello de creer que una película debe tener un final interesante si no, no sirve, pensar que la historia debe ser atípica, reflexiva, etc. y nos olvidamos de la construción de la historia como un todo, de la estética, de los personajes y sus estereotipos, y principalmente, de la cultura que subyace a esa película. Sobre el director que me gustaría destacar se encuentra Dunkan Tuker quien dirigió «Transamérica» una de sus más notables películas según mi opinión. Envío un abrazo y sigo leyendo comentarios para continuar opinando. Les cuento que acabo de ver «Buenos Aires en la era del amor digital» y es muy atractiva para la reflexión sobre nuestras grandes ciudades.

Diego Vázquez Meizoso

Desconozco el cine de Chang-Dong y aún no he podido ver las películas. Después de este artículo me parece especialmente llamativa «Poesía», quizás porque el Alzheimer es un tema bastante tratado en el cine de los últimos años y siento curiosidad por ver cómo se trata en este filme.

Muy interesante también lo que se comenta de la forma de rodar el mal, escenar horribles y trágicas desde el extrañamiento, estoy seguro de que es una manera original y muy sincera de hacerlo sin falsas sensibilidades y desde un punto de vista muy humano: todos ante ciertas situaciones horribles nos preguntamos el por qué desde la creencia de que hay cosas que no pueden ser verdad, de lo trágicas que son.

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