Continuando con el curso online «Arte y cultura en circulación: políticas públicas y gestión de lo común», avanzamos hacia la segunda clase, esta vez sobre políticas públicas de cultura libre. Seguir leyendo →
"Políticas públicas para una cultura libre"
#BuenConocer: Políticas públicas para una cultura libre
Del 27 al 30 de mayo estuvimos en Quito, Ecuador, participando en la Cumbre del Buen Conocer. A instancias del proyecto FLOK Society del gobierno de Ecuador, la consigna para los más de 100 invitados de todo el mundo fue pensar cómo sería una sociedad del conocimiento libre, común y abierto. Para ello, hubo conferencias de referentes en distintos ámbitos y 14 mesas de trabajo donde se trabajaron definiciones y propuestas de políticas públicas en las áreas de cultura libre, recursos educativos abiertos, ciencia abierta, software libre, agricultura abierta y sustentable, biodiversidad, energía distribuida, diseño abierto para la fabricación industrial, hardware libre, ciberseguridad, comunes urbanos, conectividad, datos y gobierno abierto, saberes ancestrales, y el marco normativo para una economía social del conocimiento.
Nosotros, como Ártica, estuvimos participando junto con otras 15 personas super interesantes en la mesa de Cultura Libre, la cual contó con los insumos iniciales de Daniel Araya, Carolina Botero y Ricardo Restrepo.
Sin intentar ser exhaustivos, compartimos algunas ideas y propuestas interesantes que hubo sobre la mesa y con las cuales estamos en sintonía. Cabe aclarar que la mesa incluyó miradas diversas, no siempre coincidentes (al fin y al cabo, ¿qué es la cultura libre? :D), y que el documento resultante de la mesa estará listo en las próximas semanas.
En primer lugar, en la mesa definimos una concepción amplia de la cultura, que incluye el conjunto de intercambios simbólicos de las diversas comunidades. Nuestra visión de la cultura libre comprende necesariamente:
– Una crítica profunda de la propiedad intelectual.
– El reconocimiento y apoyo a las manifestaciones culturales invisibilizadas por los modelos de producción y distribución de las «industrias creativas».
– El derecho de todas las personas a crear, compartir, recrear y disfrutar las obras y manifestaciones culturales.
En tal sentido, las propuestas de políticas públicas giraron en torno a dos ejes fundamentales:
1) El eje del acceso y disfrute de las obras culturales
– En este eje, acordamos el principio fundamental de que las obras intelectuales financiadas con fondos públicos deben ser de libre acceso para toda la sociedad. En particular, mencionamos que un primer paso muy fácil de concretar para cualquier Estado es que los materiales educativos, técnicos, científicos y académicos financiados con fondos públicos, deben ser de acceso y uso libre. Del mismo modo, las obras culturales y artísticas ganadoras de fondos y concursos, o financiadas por el Estado a través de otros mecanismos, deben ser libres. Algunas excepciones, como las producciones cinematográficas, las cuales en ocasiones requieren inversiones altas y son financiadas solo parcialmente por el Estado, podrían entrar en un régimen especial por el cual, cumplido el ciclo de comercialización habitual en el sector (3 a 5 años), los productores podrían elegir entre devolver los fondos al Estado, o liberar la obra con una licencia copyleft. Esta idea está inspirada en algunas reflexiones y propuestas del investigador Joe Karaganis.
– Otro de los aspectos fundamentales para el acceso al patrimonio cultural es el rescate y puesta en circulación del dominio público y, más en particular, de los acervos de museos, archivos, bibliotecas. Para ello, es necesario un plan exhaustivo que permita entrar en cada institución, desempolvar todo aquello que hoy duerme en sus estantes y depósitos, y ponerlo a disposición de la gente en formatos libres. La digitalización de los acervos es indispensable para cumplir este objetivo. La digitalización debe realizarse con hardware y software libres, los cuales son indispensables para la preservación de las obras y para la autonomía de las instituciones.
2) El eje del apoyo a la expresión cultural y a los trabajadores culturales desde la perspectiva de la cultura libre
En este eje discutimos una variedad de políticas que pueden servir para solucionar algunas dificultades de las personas y colectivos para su inserción en el ecosistema cultural. Entre otras cosas, hablamos de:
– La provisión de infraestructura tecnológica para apoyar a artistas y gestores culturales en la producción cultural, con la contraparte de que las obras producidas retornen a la comunidad con licencias libres.
– La recuperación de espacios urbanos en los cuales los ciudadanos desarrollen proyectos culturales orientados a dar soluciones a problemas de la comunidad (medialabs, hacklabs, etc).
– Los “concursos” de necesidades culturales, que invertirían la lógica tradicional de los fondos culturales, en los cuales los artistas y gestores proponen proyectos. En este caso, la comunidad expresaría qué es lo que necesita, y luego se llamaría a los actores culturales apropiados para solucionar ese problema.
– Las «maternidades» de proyectos culturales, donde se incubarían y se apoyarían en sus primeros pasos (a través de subsidios y de capacitación) procesos de investigación y de creación cultural sostenibles.
– Las plataformas para la promoción y distribución de obras con licencias libres, que permitirían visibilizar a los artistas que optan por modelos sostenibles de producción cultural, y a los cuales la industria y las sociedades de gestión de derechos de autor discriminan.
– El microfinanciamiento y la colaboración comunitaria. A partir de un proyecto modelo como Goteo, pensamos en mecanismos por los cuales las personas propongan sus ideas a la comunidad y reciban apoyo económico y humano para concretarlas, a cambio de que los procesos y resultados queden libres para toda la sociedad. El Estado podría jugar aquí un rol clave, apoyando los proyectos que obtienen el aval de la comunidad.
Y como soñar no cuesta nada, en la mesa de Cultura Libre pensamos también en políticas más ambiciosas y tal vez un poco más difíciles de diseñar y de implementar a corto plazo, pero que deben comenzar a ser debatidas en la opinión pública. Entre ellas, la propuesta de financiamiento cultural para el derecho a producir cultura, y el bono para la libertad artística. Ambas propuestas buscan acercarse, de uno u otro modo, a políticas universales que garantizan el derecho a participar en la vida cultural, al tiempo que aseguran la libertad de los usuarios para acceder y disfrutar del arte y la cultura. Por supuesto, tales propuestas merecen ser debatidas incorporando la opinión de la diversidad de actores culturales, y, sobre todo, de los usuarios de cultura, para así encontrar las soluciones óptimas que garanticen una cultura libre.
Aunque, por cierto, todas estas propuestas no tendrán una eficacia plena si no contamos además con una reforma radical de las leyes de propiedad intelectual. En tal sentido, Ecuador es una referencia obligada, dado que en estos momentos se está debatiendo un proyecto de ley para derogar la ley de propiedad intelectual e instaurar el Código Orgánico de la Economía Social del Conocimiento. Tal norma, en caso de aprobarse, será la más avanzada del mundo en cuanto a garantizar el derecho de acceso a la cultura y al conocimiento.
7 políticas públicas de Juca Ferreira para la cultura libre
Brasil, y en especial las gestiones de Gilberto Gil y de Juca Ferreira en el área de cultura, han sido desde hace más de una década importantes referentes internacionales en lo que se refiere al establecimiento de políticas públicas para una cultura libre. Desde el comienzo de la gestión de Gilberto Gil, a partir de 2003, Brasil impulsó fuertemente el desarrollo de software libre; lanzó la política de Puntos de Cultura que estimuló la diversidad cultural y promovió la cultura digital; trabajó en la reforma de los derechos de autor para hacerlos menos restrictivos; promovió la creación de políticas públicas con participación de la ciudadanía; y dio un fuerte apoyo a las prácticas colaborativas y al tejido de redes culturales.
Entre 2011 y 2014 se produjo en Brasil un traspié en los avances mencionados, con gestiones que cambiaron el rumbo democratizador y optaron por enfoques más ligados al sector corporativo.
Sin embargo, a comienzos de 2015 Juca Ferreira volvió a ser ministro de Cultura, y se dedicó desde el primer día a retomar y profundizar las políticas públicas culturales previamente desarrolladas, promoviendo además nuevas políticas que estimulan la diversidad, el acceso y la función social de la producción creativa.
Un repaso a algunas de las primeras medidas y acciones del Ministerio de Cultura de Brasil nos puede servir para entender el proceso que se está dando en las políticas culturales de ese país: Seguir leyendo →
Tuitdebate: Políticas públicas y sostenibilidad de la cultura libre #encirc14
El martes 9 de septiembre realizamos un debate abierto vía Twitter. Durante más de una hora intercambiamos en tiempo real ideas sobre políticas públicas culturales y la sustentabilidad de la cultura libre.
Algunos de los temas de la conversación fueron:
Pueden leer el debate completo, en el que participaron decenas de personas, visitando este enlace.
¿Qué es la cultura libre?
Introducción
Para construir una cultura más libre, es preciso definir qué entendemos por cultura libre. Sin una definición más o menos precisa, más o menos compartida, podríamos llegar a conclusiones muy diferentes sobre las herramientas, estrategias y objetivos de una cultura libre.
El término cultura libre se popularizó en 2004 tras la publicación del libro de Lawrence Lessig “Free Culture”. Esta obra se inscribe en una corriente de pensamiento que surge inicialmente en el ámbito del software con el liderazgo de Richard Stallman, quien desarrolló las ideas de software libre y de copyleft. Más tarde, estas ideas se trasladan a otros campos de la cultura, como la música, la literatura, la fotografía, las obras audiovisuales, etc.
El acceso de grandes capas de la población a dispositivos digitales de copia y almacenamiento de información, y en particular a Internet, fue un factor determinante en la aparición de movimientos que en los últimos 20 años han estado asociados o se identifican con la lucha por una cultura libre. La facilidad técnica para el acceso y la reutilización de la cultura, en contraposición con las barreras legales cada vez mayores promovidas por algunas industrias y adoptadas por los estados, pusieron en evidencia una contradicción que estimuló la crítica y el activismo. Así, surgieron colectivos de científicos y académicos (movimiento por el acceso abierto y la ciencia abierta), educadores (movimiento de recursos educativos abiertos y prácticas educativas abiertas), diseñadores y artistas, organizaciones internacionales como Creative Commons y Wikimedia, grupos de usuarios de Internet e incluso movimientos de nuevo tipo como los colectivos hacktivistas y mediactivistas.
A lo largo del tiempo han existido diferencias entre los distintos movimientos en cuanto a qué se quiere decir con “libre” cuando se habla de cultura libre. Uno de los esfuerzos más interesantes por unificar criterios en este sentido se dio en 2006 con la redacción de la “Definición de trabajos culturales libres”, en la que participaron miembros de las organizaciones más importantes en esta área, como la Free Software Foundation y Creative Commons. Según esta definición, “libre” significa:
- la libertad de usar el trabajo y disfrutar de los beneficios de su uso
- la libertad de estudiar el trabajo y aplicar el conocimiento adquirido de él
- la libertad de hacer y redistribuir copias, totales o parciales, de la información o expresión
- la libertad de hacer cambios y mejoras, y distribuir los trabajos derivados
Veremos a continuación cómo estas libertades se relacionan con el derecho humano a participar en la vida cultural y cómo significan un importante cuestionamiento a la propiedad intelectual.
La cultura libre implica el derecho humano a participar en la vida cultural
Lea Shaver, en su conferencia de Córdoba, Argentina, en 2011, explica cómo el derecho a la cultura, la ciencia y la tecnología se debe entender en el marco de los derechos humanos. Tanto la Declaración Universal de Derechos Humanos (artículo 27) como el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (artículo 15), en cuanto a cultura se refiere, expresan dos cosas:
- La primera es que todas las personas tienen derecho a participar en la vida cultural y gozar de sus beneficios.
- La segunda parte indica que todas las personas tienen derecho a una protección de sus intereses morales y materiales por sus creaciones y aportes a la cultura (esta segunda parte, como explica Beatriz Busaniche, se introduce tras un complejo proceso de debates y posiciones encontradas).
Shaver comenta que se le ha prestado mucha más atención a esta segunda parte, que tiene que ver con el derecho de autor, y mucho menos a la primera: a la participación cultural.
¿Qué significa participar en la vida cultural? En su conferencia, Shaver dice que “la vida cultural abarca todas las formas en que todas las personas buscan la verdad y la belleza, expresan su creatividad, buscan un sentido compartido y expresan su relación con otros seres humanos”. Esto incluye una amplia gama de géneros, lenguajes y medios: música, literatura, deportes, ciencia, manifestaciones tradicionales, alta cultura, cultura popular, cultura digital, etc. “La noción de vida cultural implica algo que necesariamente es vibrante, cambiante y dinámico, de modo que aunque sea tradicional, o moderna, es algo que está fluyendo, que está cambiando a medida que cada individuo hace su aporte a partir de los recursos que encuentra en la cultura en la que habita”.
Así, la vida cultural es algo que se alimenta de contribuciones individuales y de interacciones sociales que construyen un patrimonio colectivo. Aportar recursos y tomar recursos de la vida cultural en común es participación cultural. “Tomar parte”, participar, es un aspecto fundamental del derecho a la cultura como derecho humano. Ejercitar este derecho implica expandir la cultura más allá de nosotros mediante una amplia variedad de acciones: producir, compartir, acceder, disfrutar, modificar, traducir, interpretar, criticar, remezclar, etc.
Participar en la vida cultural tiene algunos requisitos: poder acceder al material cultural existente y también acceder a las herramientas para utilizarlo. “Esto implica también la libertad de crear, de transformar y de intercambiar las obras de la cultura y la técnica”.
Un primer paso en nuestra definición de cultura libre nos lleva a concluir entonces que la cultura libre implica:
- Acceso a materiales culturales, es decir, a las obras, ideas, lenguajes y medios ya existentes.
- Acceso a herramientas y tecnologías para disfrutarlos y utilizarlos.
- Libertad de uso de estos materiales culturales y herramientas.
Una cultura libre que provee libre disponibilidad, acceso, utilización y reutilización de materiales culturales y herramientas, es un requisito indispensable para garantizar el derecho humano de participar en la vida cultural de una sociedad. En definitiva, los materiales, las herramientas y la libertad de utilizarlos para “tomar parte” son requisitos sin los cuales este derecho no podría cumplirse.
La cultura libre implica una crítica a la propiedad intelectual
Como ya dijimos, las tecnologías baratas de copia y almacenamiento de información trajeron un aumento explosivo en el acceso a las expresiones culturales, a las herramientas para utilizarlas, y a los usos sociales de dichas obras. Pensemos, por ejemplo, en las millones de horas de video disponibles en línea y en las herramientas de reproducción, captura y edición que pueden usarse desde cualquier computadora personal o dispositivo móvil.
Sin embargo, lo que es bastante más restringido es la libertad para acceder y hacer uso legal de las obras culturales y de las tecnologías, a causa de un instrumento que establece explícitamente restricciones a esa libertad: la propiedad intelectual. Lawrence Lessig habla de “leyes que limitan la creatividad” al referirse a esta situación contradictoria en la cual la participación cultural es cada vez más posible y a la vez más restringida por las leyes. En su conferencia en Buenos Aires de agosto de 2013 dice:
“Vivimos en la era del remix; la creatividad y la cultura siempre han provenido de trabajos previos, pero con Internet y las tecnologías digitales para recrear trabajos, se ha llevado esta situación a otro nivel; más gente es capaz de editar y compartir una mayor cantidad de trabajos”.
El escenario actual es que, si bien el acceso y el uso de la cultura han aumentado notoriamente, estos ocurren en condiciones legales precarias y bajo amenaza. Más aún, como muchas de estas prácticas son ilegales, los estados quedan limitados a la hora de cumplir su obligación de garantizar el derecho a la cultura.
¿Cómo las leyes, instituciones y herramientas de propiedad intelectual limitan la participación cultural?
- Mediante el monopolio exclusivo: personas e instituciones que tienen los derechos sobre una obra pueden impedir a otros hacer uso de ellas. No podremos “tomar parte” de esos aspectos de la cultura hasta que no ingresen al dominio público. El monopolio permite que los titulares de derechos excluyan del acceso, pero también amenaza la libertad de expresión, al limitar la parodia, la crítica y el remix.
- Mediante plazos extremadamente largos de ingreso de las obras al dominio público: ese monopolio exclusivo se ha ido extendiendo, hasta llegar a una duración de varias décadas después de la muerte del creador de una obra.
- Mediante el abandono institucional del dominio público: sin un trabajo continuo de identificación, preservación y puesta a disposición de las obras que efectivamente podemos usar, es muy difícil tomar parte realmente de la herencia cultural.
- Mediante medidas técnicas, como los filtros automáticos de contenido con copyright, el DRM y otras formas de restricción y exclusión tecnológica, que ponen diques a la creatividad y hacen que los aparatos y herramientas para usar la cultura otorguen al usuario permiso de “solo lectura”. Incluso obras de dominio público pueden ser nuevamente privatizadas usando estas medidas técnicas.
- Mediante limitaciones a la Internet pública: es decir, impulsando leyes y medidas administrativas que restrinjan Internet para evitar o controlar el intercambio de obras culturales, en beneficio de algunas corporaciones de la industria del entretenimiento. Por ejemplo, a través del bloqueo de sitios web, por orden administrativa o judicial.
Por lo tanto, si queremos defender una mayor participación cultural, vamos a tener que pararnos críticamente frente a la propiedad intelectual. Si bien existe la opción de intentar eludir los efectos de las medidas enumeradas de manera individual, lo más oportuno a nivel social, y lo que redundará en resultados de largo plazo, es buscar colectivamente un cambio de esta situación.
Pasemos entonces a ver algunas de las herramientas y estrategias ciudadanas más exitosas para la promoción de la cultura libre.
Las licencias libres y el copyleft
Si el ladrillo básico de la propiedad exclusiva sobre la producción cultural es el copyright, que significa que los titulares tienen “todos los derechos reservados”, una forma de levantar este cerco consiste en que los autores opten por una forma de compartir que en vez de imponer restricciones, otorgue libertades para la participación cultural.
Para esto, los autores pueden usar una herramienta legal que se llama licencia de derecho de autor. Estas licencias son como recetas que le explican al usuario cómo puede usar una obra específica. ¿La obra se puede imprimir, o fotocopiar, o traducir? ¿Puedo comercializar la obra? ¿Puedo pasarla a otro soporte? ¿Puedo ponerla a disposición en una biblioteca digital? Como todas estas actividades están prohibidas si no se hacen con una autorización explícita del titular de los derechos, este debe especificarlo en algún lugar. Con una licencia de derecho de autor, el autor puede comunicar estos términos y condiciones cuando distribuye su obra. Funciona como un contrato que viaja con la obra, y que el usuario acepta ni bien comienza a usar la obra.
Así como existen licencias para la cultura privativa, también existen licencias para la cultura libre. Las licencias libres son aquellas que permiten acceder, copiar, modificar y distribuir libremente, con cualquier propósito y por cualquier persona o institución, las obras culturales. Las licencias libres se diferencian del copyright, que implica «todos los derechos reservados», y de otras licencias menos restrictivas que el copyright pero que no cumplen todos los criterios ya señalados de libertad.
Las licencias copyleft son un caso especial de licencias libres, en el cual, a las libertades de acceder, copiar, modificar y distribuir las obras, se le suma la exigencia de que todas las obras derivadas de la original (adaptaciones, traducciones, remixes, etc) otorguen las mismas libertades. Dicho de otro modo, es una licencia que prohíbe prohibir. Así, el copyleft garantiza que las obras derivadas no serán privatizadas, promoviendo un ecosistema cultural de obras libres.
Como dato anecdótico, el término copyleft nace de un juego de palabras que parodia al copyright: «Copyleft – All rights reversed». Surgió hace más de 30 años en la comunidad de programadores de software libre y más tarde se comenzó a aplicar a todo tipo de obras culturales y artísticas.
Las licencias Creative Commons
Para entender más a fondo qué son las licencias Creative Commons pueden ver el siguiente video:
También pueden leer sobre ellas en el capítulo 2 del ebook “Arte y cultura en circulación, introducción al derecho de autor y las licencias libres” y en el módulo 7 del curso abierto “ABC del Derecho de Autor para bibliotecarios de América Latina”.
Podemos ver a las licencias Creative Commons desde dos perspectivas: como autores y como usuarios de cultura.
- Como autores, licenciamos una obra y le damos libertad a los usuarios para, como mínimo, acceder a ella y compartirla.
- Como usuarios de obras culturales, hacemos uso de las libertades que nos dan las licencias: acceder, compartir, transformar e incluso comercializar (según la licencia) la obra.
De las 6 licencias Creative Commons disponibles, solamente dos son licencias de cultura libre (CC BY y CC BY-SA) según la definición que vimos más arriba, y una de ellas (CC BY-SA) es una licencia copyleft, como vemos en este esquema.
Las licencias Creative Commons ayudan a disminuir la brecha de participación cultural y facilitan la construcción de una cultura libre necesaria para el ejercicio de ese derecho humano. Además, armonizan las dos partes que ya vimos que los tratados de derechos humanos distinguen: los derechos de los usuarios y los derechos de los autores.
Más allá de las licencias Creative Commons, han aparecido otras formas de licenciamiento que buscan corregir los problemas que algunos movimientos atribuyen a estas licencias. Veamos el caso de la licencia de producción de pares.
Los problemas de la explotación comercial y el copyfarleft
Una de las mayores dudas que tienen los creadores de obras a la hora de usar una licencia Creative Commons tiene que ver con la explotación económica de la obra: ¿qué pasa si permito a otros los usos comerciales de manera libre? En tal caso: ¿podría una corporación como [poner aquí el nombre de la corporación que resulte más desagradable] utilizar mi obra para ganar dinero? O peor aún, esa corporación, con una licencia completamente libre (no copyleft), tendría el derecho de hacer una obra derivada y cerrarla poniéndole copyright. Ante esa duda, surge una inhibición muy fuerte para el uso de una licencia libre.
¿Pero qué tal si quisiera que otro tipo de entidad, como una organización social, una cooperativa o una empresa comunitaria, sí puedan beneficiarse económicamente del uso de mi obra? Por ejemplo, que pudieran vender una camiseta con un diseño mío sin deberme nada a cambio, y sin pedirme un incómodo permiso. Una licencia que no fuera libre, no les daría esa posibilidad.
Ante ese problema, un grupo de activistas desarrolló la licencia de producción de pares, que deriva de la licencia CC BY-SA (Creative Commons Atribución – Compartir obras derivadas igual). A las condiciones de atribuir la obra a su autor y distribuir las obras derivadas de la misma manera (es decir, permitiendo las mismas libertades), la licencia de producción de pares agrega la condición de que la explotación comercial solamente puedan realizarla entidades no capitalistas, otorgando ese derecho a: “cooperativas, organizaciones y colectivos sin fines de lucro, organizaciones de trabajadores autogestionados, y donde no existan relaciones de explotación” (se puede ver la licencia en su versión “legible por humanas” aquí).
Por ejemplo, el libro “El Manifiesto Telecomunista” de Dmytri Kleiner (el impulsor de esta licencia), que tiene una licencia de producción de pares, permite que personas, cooperativas u organizaciones sin fines de lucro lo reediten y vendan copias, pero no permite que lo haga una empresa que saca plusvalía de sus trabajadores.
Los objetivos del uso de una licencia de producción de pares son dos:
- Generar recursos culturales comunes que se comparten entre los usuarios y los pares productores de cultura, y que sirven de insumo para su trabajo.
- Excluir del uso libre de los recursos culturales comunes a las empresas que utilizan las obras culturales para sostener relaciones de explotación. A estas empresas se les exigiría un pago, el cual ayudaría a sostener la creación de más recursos culturales comunes en beneficio de los usuarios y los pares.
Dmytri Kleiner define a este mecanismo como “copyfarleft”, es decir, un paso más allá del copyleft. No obstante, la licencia de producción de pares plantea el inconveniente de que es incompatible con la licencia copyleft, dado que ambas licencias exigen que las obras derivadas se compartan bajo una licencia igual. Por esta razón, se genera un nuevo corpus de bienes comunes culturales separado del anterior, que no se pueden remezclar entre sí. Es por esto que algunos opinan que no es aconsejable alejarse del estándar del copyleft, que ya es ampliamente reconocido por la comunidad.
Para concluir
Más allá de estas discusiones, vale tener en cuenta que las licencias de cultura libre son de momento apenas un “parche” al problema de las restricciones en el derecho de acceso a la cultura, tal como la misma organización Creative Commons lo admite en su declaración de Buenos Aires de 2013. Como ya dijimos, estas herramientas por sí solas no pueden garantizar el derecho a la cultura. Se requieren políticas públicas que promuevan la creación, el acceso y el disfrute cultural, así como una reforma integral de las regulaciones de propiedad intelectual. Prácticas comunitarias, políticas públicas y reformas legales son tres pilares fundamentales para una cultura libre.
Bibliografía para profundizar
- ACNUDH – El impacto de los regímenes de propiedad intelectual en el disfrute del derecho a la ciencia y a la cultura
- Beatriz Busaniche – El ejercicio de los derechos culturales en el marco de los monopolios del derecho de autor
- Beatriz Busaniche, Mariana Fossatti, Jorge Gemetto, Evelin Heidel y Lila Pagola – Arte y cultura en circulación: introducción al derecho de autor y las licencias libres
- Copyleft: manual de uso
- Definición de trabajos culturales libres
- Leonardo Foletto – La cultura libre como una historia de la resistencia antipropiedad
- Dmytri Kleiner – Manifiesto telecomunista
- Lawrence Lessig – Por una cultura libre
- Esteban Magnani (compilador) – Cultura libre. Crear, modificar, compartir
- Observaciones generales del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales – Observación 17
- Jaron Rowan – Cultura libre de Estado
- Lea Shaver – Conferencia en la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, en diciembre de 2011Richard Stallman – Software libre para una sociedad libre
La cultura libre como una historia de la resistencia antipropiedad
La semana pasada, en el Congreso Global de la Propiedad Intelectual y el Interés Público, se presentó el libro A Cultura é livre: Uma história da resistência antipropriedade, escrito por Leonardo Foletto. El libro, publicado hace algunos meses con un prefacio de Gilberto Gil, aparece en un momento interesante. Por un lado, estamos en una época donde el concepto de “cultura libre” ya no está de moda y en que la discusión sobre la propiedad intelectual dejó de estar en primer plano en los debates sobre internet. Pero quizás justamente por eso, se trata de un momento propicio para tomar distancia e historizar el movimiento con el fin de comprenderlo.
Nadie mejor para esta tarea que Leo Foletto, impulsor de BaixaCultura y activista destacado del movimiento de cultura libre en Brasil desde hace más de una década, quien, a la vez, es un periodista y comunicador capaz de narrar la historia de una manera accesible y eficaz, sin por eso perder de vista la complejidad de lo que está contando. Esta es la razón por la que A cultura é livre es un texto importante tanto para quienes formamos parte del movimiento de cultura libre como para quienes buscan tener una primera aproximación.
Seguir leyendo →De 2020 a 2021: resistencia e imaginación cultural
2020 fue un año duro para la creación, la colaboración y el acceso a la cultura, con una crisis sanitaria que amenazó procesos y formas de encuentro. Y sin embargo, al llegar a fin de año y hacer un repaso de todo lo hecho en comunidad, nos queda la satisfacción de reconocer la fuerza de las redes y de las estrategias culturales en toda América Latina. En Ártica, por nuestra experiencia en temas, herramientas y estrategias digitales, tuvimos la suerte, y también la responsabilidad, de acompañar y ser parte en iniciativas de resistencia y de imaginación cultural extraordinarias. En este post de fin de año les compartimos esas experiencias.
Seguir leyendo →Diálogos sobre cultura libre en archivos, bibliotecas, museos y más allá de las instituciones
El 3 de diciembre participamos en el evento «Diálogos sobre Cultura Libre: acceso abierto en archivos, bibliotecas y museos», organizado por la Cinemateca de Bogotá, la Biblioteca Nacional de Colombia y la Red Distrital de Bibliotecas Públicas BibloRed.
Por la mañana Mariana brindó la charla titulada «Más allá de las instituciones. Open GLAM social», en la que habló sobre la socialización y reutilización de materiales culturales, en relación con la apertura de acervos de archivos, bibliotecas y museos. Durante la conversación Mariana hizo énfasis en los derechos de quienes reutilizan materiales, tanto personas como colectivos y comunidades, para hacer transformaciones, resignificaciones y apropiaciones diversas del contenido Open GLAM.
Seguir leyendo →Cultura libre en espacios culturales del sur
El jueves 27 de agosto brindamos una charla en línea sobre cultura libre en espacios culturales, en el marco de las actividades de la Red de Espacios Culturales del Sur #RedEsSur.
El objetivo de la charla fue definir qué se entiende por cultura libre, comentar sus principios y prácticas, y explicar cómo los espacios culturales pueden organizar actividades desde la perspectiva de la cultura libre.
Seguir leyendo →Cultura libre del Sur global: un manifiesto
Nacido como un movimiento más o menos organizado a partir de una postura anticopyright, la cultura libre es, para la mayor parte de la población del sur (y también del norte) global, una incógnita. ¿La cultura libre es compartir cultura en las redes para todo el mundo? ¿Es acceso libre y gratuito a bienes culturales, con licencias que favorecen el compartir? ¿Es buscar prácticas de remuneración alternativas al copyright para autores y productores de contenido? ¿Es una crítica a la propiedad intelectual, en tanto esta restringe y criminaliza el intercambio de cultura, lo cual se agudiza aún más en Internet? ¿Es un movimiento social «digital» en favor del conocimiento abierto? ¿Es una cultura hecha de forma «libre», sin amarras con movimientos, organizaciones y cualesquiera otros factores que hacen que la cultura esté apresada y cerrada?
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